miércoles, 29 de abril de 2015

¡ATENCIÓN!

Pueden seguir la historia por aquí  http://www.wattpad.com/story/38566795-no-juegues-con-fuego , voy a seguir escribiéndola en esa plataforma, me es más cómodo (y para leer también).

Saludos y que les lluevan los Pedros!

martes, 10 de diciembre de 2013

11



XI.

(el día que nos encerramos en un círculo sin fin)

La brisa con cada ráfaga contra mi piel, se lleva uno a uno esos pensamientos que necesito borrar. Me impulso con el pie para ganar velocidad y vuelvo a pararme sobre el skate, para recorrer la rampa.

Cuento 10 skaters durante el recorrido (Fabricio incluido) y entrecierro mis ojos por la intensidad del sol. Una vez que llego al otro extremo, levanto la patineta, me alejo del borde y me dejo caer sobre el pasto recién cortado. Mis dedos se deslizan sobre las múltiples calcomanías que diseñe, pegadas en el reverso del skate, y levanto la vista en búsqueda de mi mejor amigo.

Es plena tarde en Costanera y el viento producto del río sirve para engañar la temperatura del ambiente. De otra manera me estaría asando.

Me encanta patinar; cuando estoy “sobre ruedas”, siento que nada me retiene: que soy libre, que nada me limita. Pero aunque los problemas se desvanecen por un rato, en el momento que vuelvo a pisar tierra firme otra vez pierdo la tranquilidad y vuelvo a sentirme abrumada.

¿Por qué todo tenía que complicarse tanto?

(Flashback)

Hace fácil media hora que estamos hablando y seguimos dando vuelta sobre lo mismo. Que cómo me voy a ir así, que cómo contaste lo que debería ser secreto. Empiezo a pensar que no nos estamos escuchando, que son dos monólogos en una misma conversación.

Vos no entendés cuál es el problema de que sepan, yo no entiendo cómo fuiste capaz.

De cualquier manera, es obvio que tengo razón yo; no puede compararse que me vaya sin dar explicaciones a que traiciones mi confianza.

-      No podés irte así Paula – decís, por enésima vez (y temo que volvamos nuevamente al inicio de la discusión). Revoleo los ojos mientras camino por mi cuarto, en un intento de calmarme.

-      ¿Qué pretendías que hiciera? – pregunto irritada mientras juego con uno de mis anillos, como de costumbre cuando estoy alterada – Se que capaz debería haberme quedado para hablar el tema en el momento, pero no pude. Te pedí perdón, listo, superalo de una vez.

Ambos nos quedamos en silencio y aprovecho para tomar una bocanada de aire. Me acerco a la puerta de mi cuarto para chequear que el pasillo sigue desierto y que mi mamá todavía está en la cocina. No sé cuánto falta para que levante el tono de voz y no quiero que escuche.

Me siento sobre el borde de la cama y cruzo mis piernas. Apenas te escucho respirar del otro lado, pero supongo que estás analizando lo que te dije. Por fin me escuchaste.

-      ¿Quién más lo sabe? – inquiero sin vueltas, aprovechando que estás desprevenido. Quiero creer que nadie más pero mi instinto me dice otra cosa... y casi nunca falla.

-      Nan… y Fechi – decís rápidamente y siento como el enojo escala a través de mi garganta. Casi puedo verte rascándote la sien con tu índice. Se te escapa algo parecido a un “eh” de la boca y carraspeás – No van a decir nada.

-      ¿Vos me estás jodiendo? – pregunto elevando mi tono de voz al tiempo que me paro de la cama porque definitivamente no puedo estar quieta. Tu tranquilidad para hablar me violenta – No solo le contaste a tu mamá, que dudo mucho que este de acuerdo con ocultarle a Zaira que estamos saliendo, sino que le contaste a tus amiguitos, que son más chismosos que no sé.

-      Baja un cambio Paula, no me grites – respondés alterado y dejo salir un bufido. No entendés nada – Mi vieja no va a hablar, ella entiende la situación y nos banca.

-      ¿Y eso tiene que dejarme más tranquila?

-      Ella sabe cómo es Zaira, le expliqué cómo fueron las cosas. No va a hablar – asegurás y dejo salir un suspiro. Quizás es cierto, siempre fuiste su debilidad - Y los chicos menos, te juro que no van a decir nada. Confiá en mí.

-      Ese es el problema Pedro, que te cagaste en lo que habíamos quedado y ni siquiera me preguntaste qué pensaba – explico, un poco más tranquila pero firme. Necesito que entiendas la gravedad de la situación… o por lo menos por qué no puedo hacer como si nada - No sé si puedo confiar.

-      No me digas eso, no es que planee contarles, surgió en el momento – decís, algo dolido - Me cuesta mentir.

-      A mí también eh y sin embargo… - y te escucho resoplar.

-      No sé qué querés que te diga Pau – decís, abatido y me indigna este papel de desentendido que estás jugando. Trato de ponerme en tu lugar, pero siento que ni te esforzás por ponerte en el mío.

-      Que me pidas perdón para empezar, pero al parecer sos demasiado orgulloso para reconocer que hiciste las cosas mal aunque te des cuenta – respondo enojada y humedezco mis labios. Hago una pausa y pienso dos veces antes de formular la siguiente frase - Pensalo y después hablamos, un beso.

Y corto. Y no me llamás de nuevo.

(Fin flashback)


-      ¿Tengo que asustarme por cómo me estás mirando? – pregunta Fabri con un dejo de gracia desde el borde de cemento. Esboza una media sonrisa, pero retoma la seriedad al instante. Miro hacia un costado y tamborileo sobre la tabla, ofuscada. Se suponía que venir al parque Costanera era plenamente con el propósito de despejarme.

-      Estás rarísima – dice después de unos minutos donde solo el sonido de las ruedas de otros skates llenaban el silencio entre nosotros - ¿Qué pasó Pau?

-      Ah – modulo únicamente. Que no me diga “tetitas” es sinónimo de gravedad. Sus ojos celestes traspasan los míos, haciéndome inmune a la verdad. Nunca pude mentirle cuando me mira así y a decir verdad, es la persona en quien más confío. De cualquier manera decido seleccionar parte de la verdad… lo que puedo contar – Me vi con Marcos.

-      ¿Posta? – pregunta sorprendido y desvía la vista hacia la rampa. Se viene una bomba - Pensé que no lo querías ver nunca más… - y hace énfasis en el nunca el muy forro. Como si hiciera falta recordarme mis propias aseveraciones.

-      Era la idea… pero me habló y no pude decirle que no – simplifico, restándole importancia. Fabricio se voltea hacia mí, achinando los ojos, como estudiándome. Pero no hay más nada para ver.

-      ¿Te lo cojiste?

-      No nene, qué decís – digo frunciendo el entrecejo, casi asqueada ante la idea, aunque no fuera tan descabellada dado el lazo que nos unía - Nos juntamos a tomar algo, no pasó nada. No sé ni por qué fui.

-      Porque siempre te pudo – y revoleo mis ojos verdes aunque es verdad. Su rubio ceniza se aclara ante los rayos del sol y carraspea antes de seguir hablando – “Porque es esa persona por la que dejas cualquier cosa de lado” – agrega citando lo que alguna vez dije y bajo la mirada al tiempo que levanto las cejas pensativa - ¿Qué quería?

-      Hablar supongo. La verdad es que a mí tampoco me gusto cómo terminaron las cosas… no quería que quede todo mal entre nosotros – explico y mi mejor amigo se muerde el labio, burlón. Sonrío internamente, porque sé que aunque me moleste, Fabri nunca me va a mentir. Siempre voy a saber lo que piensa.

-      Dale Pau…

-      En serio te digo. Esta de novio y todo… no sé, yo lo quiero y le deseo lo mejor – insisto. Se lo que parece, pero esta vez es distinto. Él ya no tiene ese efecto sobre mí y de verdad quiero terminar las cosas bien.

-      Sos una pelotuda – declara y siento como si me pegara una cachetada - Después de todo lo que lloraste por este forro.

Y no lo culpo por detestarlo, porque fueron meses de intentar remar una relación, creyendo que los tiempos eran los respiros necesarios para salvarla cuando en realidad no hacían más que confundirnos, causarme sufrimiento y terminar de arruinarla. Bah, el que tuvo la idea que el tiempo era positivo fue Marcos, porque yo quería seguir y definitivamente la incertidumbre de no saber qué hacer durante el mismo (y de querer estar con mi ex) fue la combinación más dolorosa.

-      Anda a cagar Fabricio – espeto, aunque tenga razón, y él suelta una risa. Me desespera que siga pensando que soy tan débil. Ya lo superé, solo intento ser madura - No es lo que vos pensás, no quiero volver con Marcos. Yo estoy en otra.

-      Ya sé… en otra con Pedro – comenta con ligereza y se forma un nudo en mi estómago. Me muevo incómoda sobre sí misma - ¿Eso es posta?

-      ¿Como sabés? – pregunto incrédula, porque el secreto ya empezó a filtrarse. Me pregunto cuál es la fecha de vencimiento de este “secreto”.

-      Los vi la otra vez, yéndose de la fiesta juntos… No estaba seguro, pero ahora vos me confirmaste bobita -  y bufo ofuscada por la cantidad de gente que ahora lo sabe  (y por cómo mi amigo me hizo pisar el palito)– Pero no pensé que iba en serio el asunto.

-      ¿Por qué todo el mundo piensa que estoy jodiendo con Pedro? – pregunto súbitamente molesta y la brisa desordena el flequillo de Fabri. Giro la ruedita de mi skate, irritada y algo bruta.

-      Porque te conozco. Y por Marcos…

-      Si lo decís porque lo vi ya te dije que

-      No tetitas, porque hasta hace poco seguías re enganchada – me explica, interrumpiéndome y oculto mis labios - Aunque no lo quieras admitir – y entorno los ojos - Y vos sabes lo que se siente cuando el otro no siente lo mismo que vos… eso, nada más.

-      Ya sé… nada más horrible que querer mucho a alguien y descubrir que al final el otro no siente lo mismo, e intentar cambiar eso – digo, gesticulando con las manos. Lo sé muy bien - Pero a Pedro yo lo quiero de verdad, estoy muy enganchada. En serio.

Fabricio se queda en silencio, sorprendido, y yo me enmudezco también, por la seguridad con la que salieron esas palabras de mi boca. Y pensar que internamente, todo era tan confuso…

-      ¿Entonces por qué haces estas giladas?

-      Ya te dije por qué… además porque quedamos con Pedro que iba a quedar entre nosotros por ahora y me entere que no hay persona que no le haya contado. Me enoje, que se yo.

-      Pendeja.

-      Boludo a pedal.

-      Tetitas – me dice desafiante y estallo en carcajadas.

-      Eso ya no cuenta como insulto – digo enarcando una ceja y mi mejor amigo se contagia de mi risa – No es que soy caprichosa y me enoje solo por eso, hay más cosas en contra de esta relación que a favor – reflexiono y mis dedos se entrelazan al pasto. Es la verdad.

-      ¿De Zaira hablás? No te preocupes por ella – me asegura y lo miro con interés, aunque desconfiando un poco de las razones que tenga para sustentar eso - Si no lo acepta va a demostrar que es más pelotuda de lo que parece.

-      ¡Fabricio! – reprendo rápidamente.

-      Perdón, ya sabés que no me la banco mucho… pero es cierto. No puede controlarle la vida al hermano – y tiene absoluta razón. Pero ella es así y yo como amiga debería habérselo respetado. Ato mi pelo rubio en una colita totalmente desprolija y me apoyo en el hombro de Fabri. Es impresionante lo bien que me hace hablar con él. Ya puedo sentir como el peso que aprisionaba mi pecho se aliviana y el nudo en la garganta desaparece. Saber que cuento con su apoyo me da la fuerza que necesito para confiar en mí, en lo que pienso y en lo que siento.

-      Gracias – suelto rápidamente y mi amigo rodea mis hombros con su brazo, sin decir nada porque sabe lo difícil que soy en el nivel afectivo – Hablar tanto me dio hambre – y cambio de tema, mientras expando la distancia entre mis comisuras y el rubio me devuelve una sonrisa una aún mayor.

-      ¿Metemos un taco box puticerda? Necesito unos nachos – sugiere, leyéndome la mente.

-      Me sorprendo día a día de lo gordo que podés llegar a ser – bromeo, aunque gordos somos dos, y él me empuja levemente, por mi atrevimiento - Dale, vamos – digo extendiéndole la mano (y Fabri es tan buen amigo que me levanta aunque sea un peso muerto), al tiempo que intento recordar dónde es que había dejado el auto. Tenemos para rato.

**


Rosebar es dueño y amo de todos mis sábados. Desde que voy, tantas comodidades lo hacen mi opción predilecta a la hora de salir. VIP, alcohol gratis y entrada sin límite de horario son algunos de los beneficios desde que hago los flyers y las gráficas del lugar (es un laburito que me ayuda a poner en práctica mi creatividad y a independizarme cada vez más de mis viejos). Está bastante lejos del trabajo en editorial (que es lo que quiero hacer cuando me reciba de diseñadora gráfica) pero es un respiro después de tantos encargos de invitaciones para cumpleaños de 15.

Aunque no soy fan de salir a bailar, estoy tan mal acostumbrada que es ley irme para allá cuando me aburro, este donde este.

Degusto mi caipirinha de maracuyá mientras acomodo la servilleta de papel (completamente empapada por la respiración del vaso) y Tiffy levanta los brazos al reconocer que está pasando el DJ.

Estefanía es mi mejor amiga de la facultad: hemos pasado noches de entrega sin dormir, hemos sido el apoyo psicológico una de la otra en y fuera del período de cursada, nos hemos emborrachado y hemos dormido en el piso de la facu una al lado de la otra. Dicen que la secundaria es donde haces los amigos que quedan para toda la vida, estoy totalmente en desacuerdo.

La castaña no tiene nada que ver conmigo: super femenina, no pasa el 1,65 y es de esa gente que entra y te ilumina la habitación. Pero directa, sin miedo a lo que piensen los demás y con un humor muy parecido al mío.

-  Pau, ya sabés como son los hombres, se toman todo muy a la ligera - reflexiona mientras hace círculos con la pajita, moviendo los hielos dentro del vaso. Salgo de mi ensimismamiento y la miro - Quizás te vendría bien pensar un poco como él. 

-  ¿Qué querés decir? 

- Que la verdad a mí tampoco me parece tan grave que cuente que están saliendo - suelta antes de tomar un sorbo y entorno los ojos - No entiendo a esas minas que son tan posesivas de los hermanos. Qué mejor que esté con un amiga en la que confiás antes que con una trola piojosa. 

- Aparte ¿qué mejor que yo, no? - digo en chiste señalándome y Tiffy se ríe - Es que Zaira no me va a hablar más cuando se entere, estoy segura. Y más si no soy yo la que se lo cuenta - la castaña esboza una mueca y dejo salir un suspiro - Yo no soy así con mi hermano, pero es cierto que todo cambiaría entre nosotras. 

- Sí... Yo tenía una amiga que vivía prácticamente en mi casa y cuando empezó a salir con mi hermano siguió viviendo, pero en su cuarto - relata mi amiga y me rio con tristeza - A la noche los escuchaba, hermosísimo.

- Me estás jodiendo, qué horror - digo asqueada y antes de tomar de mi trago, vuelvo a hablar- ¿y qué pasó?

- Cuando se pelearon, no le hable nunca más... y le desee mínimo un tiro en la concha, herpes vaginales y piercing en las tetillas.

- Qué alentador Tiff, en serio - digo levantando mis cejas y sin poder evitar reírme, aunque al proyectarme en la historia mi futuro sea tan poco prometedor como ese.

- Na, pero la mina era bastante cachibache, muy desubicada. Vos sos divina - aclara con una sonrisa resplandeciente, que me da un poco más de seguridad. Asiento levemente - Mala idea contar esa historia ¿no? Tiene moraleja igual, a la noche, mudita - agrega carcajeando mientras me señala.

- Pedro vive solo - respondo, mordiéndome el labio inferior - Pésima idea, pero muy ilustrativa.

- Sabés gordi, para mí que lo que tenés que pensar es sí Pedro vale la pena - afirma, con seriedad, y desvío mi vista unos centímetros. Tiene muchísima razón - Es eso.

Y no hace falta ni preguntármelo.

- Chicas, ¿qué les parece un jagger? - pregunta Martín, uno de nuestros amigos públicas, mientras nos abraza cariñosamente.

- Me parece que lo estamos necesitando - contesta Tiffy, enarcando ambas cejas y Tincho vuelve la vista hacia mí para inspeccionarme.

- Hey Pau, te quiero arriba eh - me pide, liberándome del abrazo, pero señalándome con su dedo índice antes de tomarme de la mano y llevarme hasta la barra. Pensándolo bien, me vendría bárbaro un Jagger como para replantearme varias cosas de esta noche.

Después de 5 temas y dos shots, bajo las escaleras, bastante derecho (cosa que me enorgullece mucho), para dirigirme al baño del VIP. No llego ni a entrar que veo el descontrol que es el baño, que salgo directamente de la zona preferencial para ir al baño normal del boliche.

- Uhhhhhhhh - empiezo a escuchar a mi izquierda - ¡La infame! - gritan y me volteo al sentir conocidas las voces. Y cuando lo hago me encuentro con Hernán, Federico, Matías y tus otros amigos. Vos me mirás fijo, mientras le das una pitada a tu cigarrillo.

- Me alegro de verlos también eh - digo, irónica, mientras esbozo una sonrisa muy falsa que ni me gasto en disimular.

- ¿Por qué viniste Paula? - me preguntás acercándote y frunzo el ceño.

- ¿Eh? - digo, sorprendida, y te agarro del brazo para trasladarnos más hacia el costado, así estamos más lejos de tus amigos que aparentemente me odian - Pasé de casualidad, el baño del vip esta imposible...

- Está bien.

- Al final no hablamos más - comento y vos levantás las cejas. Tu frialdad me sorprende; se que sos orgulloso, pero nunca me imaginé que cayeras en la indiferencia. Levanto los hombros y esbozo una mueca ante tu silencio.

- No.

- ¿Vas a seguir contestándome con monosílabos? - pregunto y vos sacudís levemente el cigarrillo para deshacerte de la ceniza.

- ¡Pedro, dejala que está de novia! ¡Está de novia! - grita Fechi, seguido por los demás. Infantiles a más no poder... Nada que me sorprenda, de cualquier manera; con 23 encima siguen sacando fotos a los chapes de sus amigos, molestando mientras se chamullan a una mina y más. Pero se supone que había buena onda conmigo.

- Ah, pero tus amigos se pasan 20 cuadras eh - te digo, irritada- ¿Qué les pasa?

- No están diciendo nada que no sea verdad - me decís, fulminándome con la mirada y me doy cuenta que hay algo que me estoy perdiendo.

- ¿Qué se supone que es verdad?

- Que volviste con tu ex - contestás amargamente y doy un paso hacia atrás.

- ¿De dónde sacaste eso? - pregunto, desconcertada. Tus amigos silban y hacen gestos metros atrás.

- Zaira me contó que te juntaste con él... Estaba muy preocupada - explicás y me quiero pegar un tiro. Ya debería saber qué pasa cuando uno juega con fuego. Igual, más allá de lo que te haya contado Zaira, armaste una película igual que todos tus amiguitos.

- Sí, es cierto, teníamos cosas por hablar, pero las hablamos y quedo ahí - explico con seguridad, mirándote a los ojos - ¿Sinceramente pensás que si hubiera vuelto con Marcos no te hubieras enterado por mí?

- No sé, tampoco me contaste que lo viste así que...

- Porque no había nada para contar y no estábamos hablando Pedro... - respondo, escondiendo mis labios. El perdón se queda a medio camino, interrumpido por los papelones de tus amigos.

- ¡Pepe Pepe, dejala no te merece! - dice (mas bien grita) Federico mientras se acerca con un fernet en la mano izquierda.

- ¿Querés aportar algo más o nos vas a dejar hablar? - pregunto, sumamente sarcástica. Él ignora mi comentario.

- Pepe es una chamullera, esta de novia, no la escuches - vuelve a decir y estoy a dos comentarios de pegarle una trompada ¡Que se calle por dios!

-      Fechi pará - decís vos, al fin poniéndole un stop a la verborragia incoherente de este pibe. Me da miedo pensar que vos quizás también lo pensás y eso me duele.

Carraspeo fuertemente, buscando llamar la atención; ya estoy perdiendo la paciencia y mis esfínteres no dan más. Quiero ir al baño hace más de media hora y que me estén jodiendo contribuye a mi intolerancia.

- Che, ¿no te parece que tenés que ir aflojando con el alcohol? Bastante patética la escenita que estás haciendo - comento mientras me ayudo gesticulando con las manos. Vos exhalás, a mi lado.

- ¡Infame! - me gritan tus amigos a unos metros (se coparon con la palabra), Fechi también, pero en frente mío - Es linda, pero es traicionera - agrega Federico arrastrando las palabras.

- Ah bueno - digo con sorna y te veo negando con la cabeza. La situación es inédita.

- Vamos, vamos - decís, mientras guías a Fechi hasta tus amigos, y me mirás por unos diez segundos. Me quedo parada como una idiota, viendo cómo te vas lejos de mi hasta que reacciono y me doy vuelta, deseosa de contribuir a que la distancia sea la mayor posible.

Sigo sin poder creer la situación. Porque yo sabía que tus amigos eran boludos, pero nunca pensé que tanto. Y al ingresar finalmente al baño, pienso que todo es consecuencia y efecto de mis acciones; que estamos en un círculo sin fin.

Quizás, el karma ya me alcanzó, deseoso de cobrar. Trago recordando lo recientemente sucedido y no tengo dudas que hoy es día de pago y la verdad… tengo mucho por pagar.


Pensaba que el anterior era largo. Este es peor jajaj! 

Capaz ahora la entienden más a Pau, o no, pero por lo menos se explaya su punto de vista. Espero les guste, malditos malentendidos que los separan. 

Besos, Lu!

domingo, 8 de diciembre de 2013

10




X.

(la primer quemadura)


Nunca pensé en ser acusada de mala amiga y traidora… solía creer que eso solo lo reservábamos para la gente que estaba afuera de nuestro pequeño grupo.

Tanta es la tensión, que Florencia no me habla desde la fatídica noche del sábado, hace tres semanas (fatídico para mis rodillas y para nuestra amistad).

El inicio de la facultad sirve de excusa para ambas; solucionó todas las dudas acerca de qué hago con mi tiempo, porque el skate no puede ocuparlo todo e impedir juntada de las 3. Supongo que para ella es igual.

Claro que, mis encuentros clandestinos con vos son extraoficiales…

Increíblemente, Zaira apoya esta postura responsable y pro facultad e incluso se anima a decir: “No pasa nada chicas, en algún momento iba a pasar. Ahora somos grandes y tenemos otras responsabilidades”. 

Si a responsabilidades le llamamos peleas, es absolutamente correcto. Porque con Florencia nos odiamos de a ratos y nos extrañamos muy poco.


Pero como voy a contracorriente y soy lo peor, según Flor, este quilombo en vez de alejarme de vos, consiguió el efecto contrario. Aferrarme más, a esto que tenemos entre nosotros y que siento que tengo que cuidar por sobre todas las cosas.

Desde Marcos que no siento nada igual. Innombrable y todo, hasta que llegaste vos fue el único del que estuve enamorada, de una forma estúpida e incondicional. Aunque hayamos terminado de una manera horrible, siempre fui consciente de lo que significó en mi vida más allá de las cosas malas. Y a pesar que me da miedo volver a sentirme así, no puedo ignorar que ya no solo te quiero… que el sentimiento creció hasta cumplirse en algo mucho más complejo. Igual por ahora prefiero no quiero etiquetar nada y seguir pecando de ignorante.

Observo el recorrido que hace el único hilo de luz que la rendija rota de tu persiana permite pasar; estamos casi en la oscuridad absoluta y son las cuatro de la tarde. Estaba así cuando llegamos y la verdad la poca visibilidad no molesto a ninguno de los dos; estábamos ocupados descubriendo superficies.

Es la cuarta vez que vengo a tu departamento, pero la primera que vengo sola y en calidad de… ¿saliente?
Las anteriores siempre fueron acompañadas por Zaira. Una de esas fue cuando tu hermana estaba tan borracha que la tuve que sacar del boliche y llevarla a otro lado que no fuera la casa de tus viejos porque iba a ser catastrófico.

¡Y pensar que casi me quedo a dormir en tu depto ese día!

Deslizo mis dedos sobre tu brazo desnudo, que encierra mi cintura, recorriéndolo con delicadeza y sonriendo a medida que llego hasta tu hombro. Me muerdo el labio mientras mi mano en tu pecho asciende y desciende según el ritmo que marca tu respiración. Sos hermoso.

Me siento una acosadora mirándote así, pero me resulta increíble como un ratito con vos elimina todo lo malo que pueda haberme pasado en el día.

Deposito un beso a un costado de tu cuello y te siento moverte. Desvío la mirada inmediatamente (tratando de ser lo más disimulada posible) y me aprisionás más hacia vos.

-      ¿Hace mucho estás despierta? – preguntás, con los ojos aún cerrados, pero acariciando mi antebrazo con un ritmo constante.

-      Recién – miento, con naturalidad, mientras corro un mechón rubio de mi rostro. Esbozás una sonrisa y enarco una ceja, al tiempo que inclino la cabeza para poder mirarte mejor - ¿De qué te reís?

-      De que me estabas mirando – simplificás con la sonrisa tatuada y suelto un bufido. Volvés a reírte y tus ojos marrones brillan – No te culpo igual…

-      Te crees lo más ¿no? – y me muerdo el labio en desaprobación mientras empiezo a correrme de encima tuyo. Pones resistencia y no me queda otra que quedarme donde estoy (yo, encantada) – Estaba mirando la mancha de humedad del techo – explico mientras te señalo con la mirada el manchón que está en la esquina – Están en la misma dirección.

-      No voy a seguir insistiendo porque no lo vas a admitir… - finalizás, revoleando los ojos. Me trago una risa porque puedo adivinar que la oración no termina ahí- pero te escuche suspirando así que eso me alcanza.

-      ¿Qué decís mentiroso? -  digo enarcando mi ceja derecho y entre risas, mientras me acomodo sobre mis codos. Vos fruncís el ceño y fingís estar ofendido y en consecuencia niego con la cabeza. Y en un abrir y cerrar de ojos agarro la almohada detrás de mí y con un elegante movimiento golpeo de lleno tu mejilla derecha.

Si esto fuera una competencia de tiro al blanco, de seguro hubiera anotado mínimo diez puntos.

-      ¿Ah querés guerra? – preguntás, con los ojos encendidos mientras tomas la almohada que te corresponde con sutileza y empiezo a pensar que quizás no fue una muy buena idea de mi parte.

-      No no pará que vos tenés más fuerza – digo, pero es en vano porque ya estas atacándome con la almohada - ¡Pedro! – grito y la soltás, pero no sin buscar un nuevo blanco de ataque, léanse mis costados, altamente sensibles al contacto - Por favor cosquillas no – pido entre risas (aunque en serio estoy sufriendo) y te siento reír en mi cuello y de repente mi atención se desvía de lo mucho que detesto que me hagan cosquillas. Tu respiración se ralentiza y sentir tu aliento en mi piel aún me estremece. Te despegás de mí y esbozás una media sonrisa, que me relaja.

-      ¿Como? No te escuche bien – preguntás, siguiendo con el juego. Te odio, sos más competitivo que yo.

-      Por favor.

-      Ah me pareció – comentás, satisfecho. Resoplo fuertemente y vos estás muy divertido con toda la situación (obviamente porque ganaste).

-      Sos un tarado – digo, mordiéndome el labio, y tirando de la sábana a medida que me libero del aprisionamiento de tus brazos. Claro que controlar mis extremidades en el medio es todo un desafío - ¿Qué te pasa? – inquiero ante tu mueca de dolor. Y recuerdo que cuando intente zafarme, mi pie choco con tobillo.

-      Me pegaste alta patada en la pierna Paula – te quejás y te lanzo una mirada fulminante ante la mención de mi nombre completo. Sos un bebé.

-      Si no te vas a bancar las consecuencias, no juegues – replico levantando las cejas y acomodándome en mi nuevo espacio en la cama- Al final me resultaste super delicado Peter… como un osito.

Me mirás frunciendo levemente el entrecejo y rompemos en risas, haciendo retumbar el ambiente levemente con el eco que producimos.

-      Pense que ibas a decir un osito pero por los pelos o algo así.

-      También – digo tentada y apoyo mi mano en tu hombro, a forma de consuelo – Pero lo decía porque sos muy sensible. A veces siento que te voy a romper… en todo sentido – digo esbozando una especie de sonrisa. Me pierdo mirando los cuadros, llenos con fotografías de tus amigos y de tu familia. Carraspeo incomoda (de repente me siento observada).

-      Prejuicios – decís rascando tu brazo derecho brevemente. Me mirás con atención al ver lo pensativa que me encuentro, pero sin presionarme. Esperando mi respuesta en silencio.

-      Sabés a lo que me refiero. Vos sos tan demostrativo y tierno, y yo…

-      Vos también – y me sonreís, rodando sobre tu costado y acercándote unos centímetros para estar más cerca de mí.

-      Solo con vos – digo, devolviéndote la sonrisa, y es la pura verdad.

-      Ya sé… y me encanta que sea así – respondés, acariciando mi mejilla - Con los demás sos muy metal.

-      No soy metalera Pedro… - digo, revoleando mis ojos verdes brevemente, pero luego me arrastro hasta casi eliminar la distancia entre nosotros - Tengo miedo de lastimarte.

-       Que yo sepa, en tu relación anterior la que saliste lastimada fuiste vos – decís, mirándome profundamente. Pensé que eso de quedarme en blanco cada vez que me mirás así se iba a ir con el tiempo… claramente no está sucediendo.

-      No solo yo… no quiero quedar como la víctima – y corro la mirada de tus ojos brevemente - Malas decisiones de ambos lados… pero aprendí. No quiero hablar de eso igual.


-      Esta bien – modulás con tranquilidad y sonreís al acariciar mi brazo - Ahora estás tomando buenas decisiones?

-      No sé si buenas decisiones… pero que me hacen bien, seguro – y me inclino para besarte suavemente, porque quiero que sepas cuán en serio lo digo.

Empezás a trazar un recorrido por mi cuello con tus besos y las cosquillas vuelven a aparecer y empiezo a ahogarme con tus risas cuando tu celular me salva. Gracias.

-      Nan – contestás al tiempo que te levantás de la cama, sin tomarte la molestia de vestirte y mientras desordenas tu cabello. Momento inmortal y completamente perjudicial a la salud – Si, me dijo Fechi ¿A qué hora? – y te das cuenta que te estoy mirando de arriba abajo (sin disimular) y se ilumina tu rostro con una sonrisa. El ego te escalo hasta lo más alto.

Me tapo los ojos con mis manos mientras lanzo risas ahogadas porque estas bailando desnudo mientras mantenés una conversación acerca del picadito de hoy con los chicos con total naturalidad.

Te observo cortar mientras me acomodo sobre la almohada y nos tentamos al segundo que apoyás el teléfono. Mordés tu labio y negás con la cabeza y me permito largar un suspiro.

-      Me voy a bañar – decís y besas mi frente rápidamente, antes de desaparecer por el umbral de la puerta para ingresar al baño que esta en frente - Gorda ponele a Nan que paso a las 6 por su casa por favor – me pedís entreabriendo la puerta del baño y me inclino para alcanzar el Smartphone ubicado en la mesita de luz.

Cuando estoy a punto de apretar el enter para mandarle el mensaje a Nan, te cae un mensaje de texto que abro sin querer (porque ya estaba a mitad de la acción). Me muerdo el labio y pienso en cerrarlo sin leer, pero el daño ya esta hecho y no sería ser humano si no dejo que la curiosidad me gane.

De: Ana

“OK. A ver cuando la traes a comer a Pau! ”

El ruido de la ducha invade mis oídos como un débil ronroneo mientras dejo que mis labios se partan, desconcertada. Tu mamá sabe.

Salgo de la bandeja de entrada sin siquiera leer a qué venía esa contestación, porque no es necesario saber más. Es irrefutable.

Intento tragar inútilmente, porque el nudo que se formó en mi garganta me lo impide. Navego entre la bronca, la desilusión, el miedo y el nerviosismo.

Empiezo a cambiarme rápidamente, luego de contestarle a Hernán lo que me pediste y volver a dejar el celular en su sitio. No lo puedo creer.

Abotono mi jean lo más rápido que puedo y continuo con la ropa que me queda, automatizando todos mis movimientos.

¿Quién más lo sabe?

Si fuiste capaz de contárselo a tu mamá por el amor de dios, mínimo Hernán lo sabe. Y quien sabe cuánto falta para que se entere Zaira.

De repente todo lo que me hacía sentir cómoda y tranquila de este lugar empieza a invadirme y siento la necesidad imperiosa de salir en este momento.

Quizás debería esperarte para hablar, pero no puedo. No entiendo cómo si habíamos quedado en que iba a ser un secreto entre nosotros dos, terminaste contándoselo a medio mundo, arriesgando todo, incluso nuestra relación.

Tomo mi celular de la misma mesa de luz donde se encuentra el tuyo y retumban las palabras de tu mamá en mi cabeza. El nudo se acrecienta y exhalo lentamente y reprimo el impulso de entrar a la ducha y putearte hasta el fin.

Por el contrario, agarro mi morral, mientras me amarro mi cabello rubio en un rodete desprolijo y doy zancadas hasta la puerta, y rezo internamente para que el portero este abajo para abrirme.

Silencio el iPhone una vez fuera del edificio y me tomo por inercia el primer taxi libre que se cruza (ni siquiera se si es radio taxi y me siento como cuando tenía 17, me creía inmortal y me subía hasta a autos de extraños). Necesito llegar a mi casa.

Doy la dirección al taxista (que parece bastante normal gracias a dios, porque no podría lidiar con un raro en estas circunstancias) mientras no paro de girar mis anillos. Acción que repito cada vez que estoy nerviosa.

No puedo creer como en un abrir y cerrar de ojos llegue a esto; de sentir que podía confiar plenamente en vos, a la desilusión total, incapaz de discernir qué es cierto y sobre todas las cosas, qué me ocultaste. Porque si se te escapó y tu mamá se entero por accidente, me habrías contado.

Entro a Facebook con el único propósito de distraerme y ver que la mitad de notificaciones son de parte de Zaira alivia en gran parte mi malestar. Todo sigue igual entre nosotras.

Me pregunto hasta cuándo.

Decido responderle cuando mi cerebro vuelva a funcionar con normalidad y entro a los inbox, porque tengo un mensaje nuevo.


Suele hablarse de la calma que antecede al huracán. Si algo tengo claro es que del huracán nadie se salva; Me distraje tanto en el idilio con vos, que no me di cuenta que este jueguito de los amantes secretos me estaba saliendo demasiado bien. Y cuando algo es demasiado, tiene que equilibrarse el exceso.

Y digamos que el karma suele volverme con el triple de intensidad.

Por eso cuando leo que el inbox es de mi ex, pidiéndome perdón por haberme bloqueado y proponiendo vernos, se que ya empecé a quemarme.


Creo que no se lo esperaban. Pero si me conocen, saben que siempre hago estas cosas jajaja. 

Hasta prontito!