viernes, 29 de noviembre de 2013

5


V.

(el día que los meses se volvieron años)


Hay 5 cosas que aprendí en estos 3 meses (y días): que siempre se puede engordar un poco más, que intentar llevar una dieta es imposible si todos los días te regalan cupcakes en tu lugar de trabajo, a pensar en inglés, a vivir en inglés y las múltiples maneras de sobrevivir al frío. Pero lo que nunca aprendí...

A no jugar con fuego.

"No meterse con el hermano de tu mejor amiga, especialmente cuando esta es extremadamente celosa de él y decreto que los hermanos de las integrantes del grupo son intocables" es una materia que tengo previa desde diciembre.

Una materia que se vuelve deuda constante cuando hablamos por Skype, por Whatsapp, por Facebook, me pasas algún tema para escuchar y viceversa (cosa que sucede continuamente).

Miro la nieve desde mi escritorio, en la caja, y tirito sólo de mirarla. Este invierno (verano en Argentina) acumule frío para todo el año en vez de volverme inmune a él como pensaba. Acaricio mis brazos sobre mi buzo, a pesar de que la calefacción este a mil (un reflejo a causa de tanta nieve).

Pasados unos segundos, retiro mi mirada del ventanal y me siento, con delicadeza, en la banqueta. Reviso el calendario en la computadora, asignada para mi, y corroboro que falta 1 semana para mi vuelta.

Hoy es mi último día de trabajo en Hard Rock, pero me voy a Nueva York los días restantes para comprar y recorrer (y bajar los kilos que subí, caminando). Nunca pensé que estar tanto tiempo fuera de casa fuera tan excitante como fue; aprender a vivir sola en un país extraño definitivamente cambio mi forma de pararme frente al mundo.

Consideré seriamente volverme mañana, a pesar de todo, pero por más ganas de verte que tenga perderme Nueva York no es una opción viable. Sería una completa idiota (y aunque parezca últimamente, no lo soy).

Vuelvo la vista hacia el vidrio, pensativa. Es increíble como aunque falta tan poco, siento como si faltara muchísimo. Sin dudas hay una extraña relación tiempo y espacio en este lugar (que ya voy a tener que dejar de decirle hogar).

El facebook suena (sí, ahora las redes sociales tienen notificaciones con sonido) con la llegada de un nuevo mensaje y me incorporo al instante, aturdida.

Dejo salir el aire decepcionada, al ver el emisor: Jacek, un amigovio – amigo con derechos – sexfriend que me hice durante mi estadía acá (porque 3 meses son mucho tiempo sola). Un mimo temporal que me visitaba de vez en cuando; lo conocí en una reunión del personal de acá (el labura como mozo y yo estoy en el sector de ventas) y pegamos buena onda. Tenemos muchas cosas en común… pero no termina de conmoverme.

Está bárbaro para despejarme porque dejo de lado las tres p: pensar (te), perseguir (me) y preocupar (me). Claro que cuando me deja en mi departamento todo lo que no te pensé en esas horas que estuve con Jacek, vuelve con el doble de intensidad.

Cierro el mensaje sin que me importe clavarle el visto y tamborileo mis dedos sobre el mouse. El yanqui puede esperar un rato a que lleguen las ganas de contestarle.

Recorro el inicio y rápidamente encuentro entretenimiento, los últimos chusmeríos están frente a mis ojos. Jacek vuelve a escribirme y resoplo, molesta (no se cansa).

Elaboro una rápida respuesta sin dar a lugar a mucha contestación, alegando que estoy ocupada con cosas del laburo. Ya demasiado demandante para ser uno de mis pobres intentos para olvidarme de vos. Bueno, la verdad es que yo tampoco colabore para la causa hablándote la mayoría de los días y pensando en vos y... siguiendo en este folklore que hizo que los meses se hicieran años.

No puedo engañarme… en definitiva Jacek fue una prueba (para ver que tan enganchada estaba en verdad). Porque, seamos realistas, engancharse en 2 días es ridículo. Pero pasaste la prueba y por ende… soy ridícula.

Mi ventana vuelve a sonar (y a saltar, porque el chat se abre automáticamente aunque uno no quiera) y vuelvo a exaltarme por un momento, pensando que sos vos.

No sé por qué a veces siento que querés respuestas a cosas que ni siquiera preguntaste (como, ¿qué onda nosotros dos?), que están implícitas y que no estoy lista para responder. Estos últimos meses de comunicación virtual fueron muy relajados y dedicados a pasarla bien más que a explorar e indagar en nuestros sentimientos. Sin embargo, la cercanía de mi vuelta puso un poco de tensión a las últimas charlas, más que nada por la ansiedad de volver a vernos.

Suspiro. A veces siento que la distancia solo colaboró para potenciar el idilio en el que me sumergiste y eso de "no poder estar juntos" es lo que mueve esta relación. Pero después hablamos y siento que con vos no tengo que esforzarme en nada; que me conocés a fondo y que te gusto tal cual soy.

Cuando veo que es Flor, saludándome desde la otra punta de América, respiro aliviada. Estoy a salvo por ahora.

Mi amiga me relata los últimos acontecimientos de la semana, con sumo sarcasmo. Me río con ruido numerosas veces de las idioteces de uno de mis ex, las anécdotas que me estuve perdiendo y de los comentarios sin filtro de Flor. Intento camuflar cada risa con una tos ahogada, lo que me hace reír aún más por lo patético que suena. Me compongo como puedo; no quiero llamar la atención.

Terminamos de ponernos al día cuando de repente, dejamos de hablar de nosotras, para cambiar a un tema de conversación más interesante. Y yo no lo saque, que conste en actas.

Florencia Uschi: "No sabés, el otro día me hablo Hernán para preguntarme por Pedro. WTF"

Pau Chaves: "eh?"

Florencia: Sí, dice que pp anda en algo raro. Que escucha música romántica y los viernes no quiere salir con los chicos porque tiene otros planes, que se juntan para los ensayos y nada más.

El corazón empieza a levantar el ritmo y sonrío como una tarada ¿me estás esperando?

Pau Chaves: Cuándo no fue raro Pedro? jajaja. Y por qué te pregunta a vos?

Flor: Y, como Juli es amiga mía, Nan quería que le cuente qué onda ellos dos.

Y el comentario me cae como un baldazo de agua fría. Yo sabía, era demasiado perfecto para ser verdad…

En general la gente tan irrealmente carente de imperfecciones esconde algún defecto mayor (comprobado por experiencia propia). Quizás es mejor así.

Pau: Y qué onda?

Flor: Ni idea, se que estaban hablando pero nada más. Qué suerte que Zai no es amiga de Ju jaja!

Pau: Zaira es capaz de bendecir a Julieta con tal de que Tato le de bola jaaaa. Igual, no me los imagino juntos con Peter...

Flor: Ay yo sí !!!! Re tensión sexual además.


Matenme YA.

Cuando estoy lista para redactar una oración coherente, la conversación termina de una manera muy abrupta, con Flor despidiéndose casi sin dejarme saludarla, porque tenía que ir a no sé donde. Claro que, sin saber, me dejó a mí con la mitad de la información y deseosa de conocer la historia entera.

Dejo caer mis brazos a los costados de mi cuerpo y siento como las ganas de llorar comienzan a invadirme. Me muerdo el labio como acto reflejo, buscando impedir las lágrimas, pero lo hago tan fuerte que el dolor no hace más que aflorarlas.

Soy una hipócrita, una egoísta y todos los calificativos despectivos que se me ocurran, ¡no puedo pretender que sólo estés conmigo y a la distancia, cuando yo también estuve con otro!

La diferencia es que Jacek no significo nada y probablemente no lo vea nunca más. Y Julieta vive en Buenos Aires, es amiga de los chicos y es linda. Y es de estatura normal y yo soy muy alta.

Cierro Facebook rápidamente y me limpio las lágrimas que derramé con unas carilinas que encuentro desparramadas por la mesada. Mi escritorio es un caos y mi jefe me va a colgar si ve este desastre.

Refunfuño y niego con la cabeza. Mis estados emocionales son extremistas: paso del llanto a la bronca en cuestión de segundos y con la misma intensidad.

Trato de reflexionar, pero me enojo más al recordar que yo también hice la mía, por ende tampoco puedo reclamarte nada. Y todavía no estoy tan loca como para hacerte un planteo en base a... bueno (acá es donde empiezan a caer mis posibles motivaciones).

Me acomodo en mi asiento mientras me convenzo que este auto cuestionario sin fin solo está haciendo estragos con mi cabeza y que nada útil va a salir dando vueltas sobre lo mismo. Decido dejar de pensar en vos, en Zaira y los demás, para focalizarme en Nueva York y en la semana de placer y diversión que aún me queda.

Porque si me pongo a hacer cuentas de la diferencia horaria, tu tiempo libre y lo que me contabas que hacías me pongo a llorar.

Abro mi casilla de mail del laburo, al menos para simular que trabajo, y comienzo a recorrer la bandeja de entrada. Sin embargo, mi mente está en otro lugar, muy lejos de los mails de los diferentes empleados de Hard Rock.

Exhalo, con pesadez. Florencia podría haber traído información más exacta.


**

Después de conocer tantos aeropuertos internacionales enormes, Ezeiza me parece un acogedor 3 ambientes; minúsculo a comparación de bestias como el aeropuerto de Nueva York (JFK). Pero aún así, me las rebusco para que mi lento caminar lo haga interminable.

Llevo mis dos valijas con pesadez (una de las dos, de mano, con las medidas límite para meter toda la ropa que no entro en la grande) y cuando pasan "Ciro y los Persas" en la radio sintonizada en el aeropuerto, sé que llegue a Buenos Aires y a vos.

Mi cabeza es víctima de una intermitente paranoia (que me ataca de a momentos aislados desde que embarque en el JFK) y creo que mi cabeza nunca trabajo tanto, incluso cuando tuve que aprender integrales para el colegio.

Lo último que estuve (y estoy) deliberando por horas, es si ir a buscarte o no a la facu (de sorpresa), porque hoy cursas. La idea es verte y tener una impresión de primera mano de qué pasa entre nosotros y con la mosquita muerta. Es una necesidad.

Y sí, es obvio que no me aguante ignorarte y jugar a una misteriosa hasta mi llegada. Seguimos hablando después de lo que me contó Flor (eso sí, menos, y por culpa mía) y tuve que pedirte por favor que la cortes con esa locura de venir a buscarme al aeropuerto cuando bien sabías que venía mi familia.

Esta todo bien con la adrenalina y todo eso pero ya es jugarla de boludos.

Recorro con lentitud el free shop y ni bien prendo el teléfono empiezan a caer mensajes de mamá, alterada porque estoy tardando mucho. Que alguien le baje la ansiedad a esa mujer ¡por dios!

Y cuando me cae un mensajito tuyo, preguntándome si llegue bien, el mal humor se evapora y me decido.

Espero que te gusten las sorpresas.


Este es el último que había subido antes... Y acá es donde empieza lo divertido (¿?), aproveche la "reedición" para mejorar/agregar cosas. Disfruten!

lunes, 25 de noviembre de 2013

4


IV.

(el día que los recuerdos supieron a vos)


Una de las cosas que más disfruto en la vida, además de mi chocolate Hershey's de postre los martes, es volar. A tanta altura, mis preocupaciones se hacen tan minúsculas como se ven las casas y edificios desde el avión, o directamente no existen, como cuando planeamos sobre nubes y solo son ellas y el cielo.

De hecho, soy fanática; estar arriba de un avión me hace feliz. Me siento plena, liviana... Libre.

La presión tapona mis oídos y me veo en necesidad de un chicle para eliminar la molestia (no todo son rosas cuando uno viaja). Miro a mi izquierda y observo como mi "vecino" se adueño de los dos apoya brazos a los costados. Suspiro.

Lucho contra mis auriculares (si, volvieron a enredarse por enésima vez) y los enchufo en mi iPod, deseosa de escuchar música. Específicamente, el cd  que me regalaste para el viaje.

Busco entre mis listas de reproducción esa que específicamente arme con los temas que elegiste, en el mismo orden, y presiono cuando llego a "PyP". Me doy vergüenza ajena, porque ¿desde cuando soy tan espantosamente cursi? Me sorprende mi repentino potencial para el romanticismo.

Conozco las canciones de memoria: es más, muchas pueden ser consideradas mis favoritas. A diferencia de mis amigas, que gustan del rock nacional o el pop internacional, yo prefiero escuchar rock de los ochenta/noventa. Por eso, cuando miro los temas que integran el cd, me pregunto ¿Cómo no me di cuenta antes?

Me rio al imaginarte cantando los temas en la ducha cual Ricardo Montaner y el viejo al lado mío refunfuña mientras selecciona una película del montón para ver. Un pibe lindo ni en pedo.

Acomodo mi musculosa favorita de Motörhead y me hundo en la poca comodidad del asiento. Debería haberme traído la almohadita que mi mamá insistió en que traiga y que por llevarle la contraria (porque se merece que la pelee) ahora estoy extrañando.

La ternura no es una de mis características a destacar y el romanticismo menos. Mi ex se quejaba siempre de mi poca expresividad y alergia a lo cursi, entre otras cosas, pero siempre fui muy fiel a mi postura de que un gran acto de amor no tiene por qué caer en el cliché.

Siguiendo esta línea de pensamiento, debería estar corriendo (espantada) de vos entre el CD y tus confesiones. Es lo que haría normalmente, porque después de todos las idas y venidas con Marcos (ex) quede incapacitada para soportar el romanticismo/el amor; ni hablar de una relación seria.

Dadas las circunstancias, sería muy fácil hacerlo, ya que las distancias que manejamos entre nosotros contribuirían a que la corte(mos).

Pero no lo hago. No es ni remota la posibilidad de escaparme de esto. Y me asusta enormidades.

Me pongo el buzo (musculosita en avión con aire acondicionado no va más) y mientras volamos sobre Miami me sumerjo en "Heaven" (temón de Brian Adams no incluído en la lista, pero que lo agrego yo) y en los recuerdos de ayer.


(Flashback)

Esto de mirarnos sin contacto alguno no puede durar demasiado. No se me ocurre ningún tema seguro para sacar a colación sin correr riesgos de un histeriqueo entre líneas (o por encima de ellas) y cada vez me paranoiqueo menos con los nenes andando en bicicleta por las calles del country. Tengo que reconocer, ni a las chusmas de mis vecinas les interesa mi vida amorosa. O mi vida, directamente.

Trato de pensar en la imagen menos excitante que se me ocurra, como la idea de mis papás haciendo cualquier cosa, pero ni eso me hace olvidar las ganas que tengo de tocarte. Darte la mano, en principio.

Se supone que ya debería haber llegado, pero cuentos con unos minutos de sobra porque los invitados están entretenidos sin mí y mamá, especialmente, espero que lo este. La garita esta lejos, pero no tanto, aunque creo que con una lentitud promedio puedo tardar más de lo que estamos tardando en llegar.

Tarareas un tema mientras trato de concentrarme en… cualquier cosa y rozás tímidamente tu mano con la mía. Me estremezco.

Se supone que saber que Zaira esta a ¿metros? nuestro debería actuar como repelente entre nosotros pero no hace más que sumarle a la nada. Intento hacer una búsqueda furtiva de la culpa, pero no la encuentro y abandono al instante. Me siento mal por mi falta de remordimientos, pero peor me hace intentar alejarme de vos.

Estoy irreconocible.

La luz de los faroles (que recién están prendiéndose) choca en mi rostro y cierro los párpados instintivamente, protegiéndome de la luz y haciéndome caminar semi a ciegas por unos minutos. De pronto, siento tu mano entrelazarse con la mía, probablemente en una especie de auxilio para guiarme y no caer (lo cual es innecesario, ya que conozco el camino de memoria y tengo los ojos abiertos en este momento), y mis pulsaciones ascienden a mil.

- No no no, ¡qué hacés! - musito nerviosa, mientras quito mi mano y vos me mirás arrepentido, consciente de la gravedad de tu impulso. Rascás tu nuca y corrés la vista de mis ojos verdes, que sin que yo lo ordene ya se encuentran mirando a los costados para ver si hay alguien cerca. Casi es de noche y más que un auto de vez en cuando, nadie transita la calle.

- Perdón Pau, me desubiqué - me decís, apenado, y entre mis sentimientos encontrados decido que me voy mañana y voy a hacer lo que yo quiera. Y cuando te preparás para continuar te obligo a pararte.

- Ya fue - es lo único que llego a modular antes de tironear tu mano y conducirte hasta la entrada del costado de la casa (vacía) más próxima. Atravesamos 2 metros de pasto, cuando decido que el árbol de la entrada nos camufla lo suficiente.

Siento los ladrillos rasparme a través de la blusa, una vez que me apoyo contra la pared, pero la adrenalina hace que la molestia se haga mínima. Presiono las yemas de mis dedos contra tu nuca y rozás mis labios a la par de nuestras respiraciones entre cortadas.

Te abrís paso entre mis labios y nos hundimos en ese beso que deseamos desde que te bese la última vez (no pasaron 15 minutos, estamos jodidos) y vos te apoyas con la palma de tu mano en la pared, en busca de sostén (corporal, porque la situación se fue a la mierda hace bastante).

Finalizamos el beso al unísono y nos quedamos mirándonos, sin decir nada, unos 5 minutos. Mi pelo, al moverme de la pared, cae desordenado en mi rostro y vos corrés el mechón que obstaculiza mi vista. Te beso rápidamente la nariz (no sé de donde salió esto) y automáticamente esbozo una mueca, porque esto es impropio de mí. Vos reís.

- Voy a tener que hacerme un Skype - comentás mientras acaricias mi brazo lentamente. O sea que te interesa seguir en contacto (se que me dijiste que te gustaba de verdad, pero me cuesta creer que te siga interesando a miles de kilómetros de distancia con la "poca" relación que tenemos).

- Y sí, dicen que el MSN no va a existir más y se fusionan - comento, haciendo el comentario más nerd de la tarde y repitiendo lo que me contó mi hermano días atrás. Muevo la cabeza hacia un lateral, restando importancia a la charla.

- Ajam… no me interesa estar al día con la tecnología - decís mirando, sacando la mano de la pared. Parecés darte cuenta que la situación me pone un poco nerviosa -  Me interesa estar al día con vos. Si querés - aclarás rápidamente, haciendo énfasis en la última oración.

Carraspeo.

- Ah.

El monosílabo suena aún más patético fuera de mi boca. Vos me sonreís, despreocupado, ¿cómo se puede ser tan así?

 - ¿Vamos? - preguntás, sacando el encendedor y el atado de los bolsillos. Vuelvo a recostarme en la pared, frunciendo las cejas.

- ¿Por que tan apurado de repente? - inquiero con mi particular forma de darte a entender que me interesás – estoy dañada, que querés - y que ya me diste suficiente aire como para acercarte de nuevo. Vos te rascás la nuca, con una media sonrisa.

- No quiero que tengas tiempo para pensar - explicás y enarco una ceja. Prendés rápidamente un cigarrillo y te tomás tu tiempo para exhalar el humo - Así no te arrepentís.

- Así que querés que sea una hueca para manejarme como querés… - digo separándome de la pared y vos miras hacia los costados negando, con una sonrisa, por mis malos pensamientos. Me acerco a vos, llamando tu atención y golpeás el cigarrillo para quitar la ceniza sin mirarlo. Solo a mí - Después te paso mi Skype.

Ni bien finalizo la frase, te beso rápidamente en los labios, robándote una sonrisa. Y comienzo a caminar, en dirección a mi casa y a mi fiesta, donde llegar a 2 metros de distancia de Pedro Alfonso sería lo más normal (porque odio el humo) y lo menos interesante del evento.

(Fin flashback)


Me muerdo el labio y mi "amigo" sentado al lado rompe el clima totalmente con sus ronquidos. Quizás es para mejor… no puedo estar predispuesta así lo que resta del verano, sino, no voy a sobrevivir 3 meses lejos.

Sinceramente me preocupa que con tan pocos encuentros este así de enganchada; se suponía que no iba a dejar más que alguien tenga control sobre mí. Lucho contra mí misma para no pegarme, pero se que no es cuestión de hacerme reaccionar. Sea demasiado rápido o no, me pone mal irme porque no te voy a ver por tres meses y es un hecho.

Cierro los ojos y estiro mis piernas y cuando siento relajarme por primera vez en días pienso en Zaira. En cómo terminaron las cosas con Cecilia y  en la críptica frase de cabecera de mi mejor amiga.

"Con mi hermano no se jode".

Y suspiro, porque la jodida soy yo. Estoy jugando con fuego. 


Paulita a nada de quemarse. Mañana, otro! Buen lunes! 😊




domingo, 24 de noviembre de 2013

3


III.

(el día que fuiste mi ida y mi vuelta)



Definitivamente estoy jodida.

Tu negativa (sorpresiva) para ir a la fiesta moviliza la firmeza de mis decisiones. Ya no se cuál vendría a ser mi lugar seguro y termino por concluir que no hay nada menos peligroso que mi casa, aunque allá este mamá. Está atravesando una especie de crisis previa a mi partida, supongo que porque no va a verme por cuatro meses y me voy solo en dos días. Ah y porque mi valija ni siquiera está a preparar.

Tomo mi cartera y camino en dirección a la puerta, aislándome de cómo todos intentan convencerte. Vos alegás algo de que no tenés ganas y me pregunto si esto es alguna indirecta para mí o estás tratando de decirme algo.

Me recuerdo que no sos muy fan de este tipo de jodas y me odio a mi misma por autoboicotear el crecimiento de mi autoestima. Claramente te quedás por vos, no por mí.

El grupo reasume la partida (no creo que lamenten mucho tu baja de la previa, salvo Julieta) y yo te grito un "Chau Pepe, beso", dándote una mínima importancia. Vos no me respondés y mi panza comienza a estrujarse al considerar que esta es la última vez que te veo hasta dentro de 3/4 meses. Qué boluda soy.

Saludo a los demás ya afuera, con un beso y un abrazo (los que son con Zaira y Flor tienen muchos segundos de diferencia en comparación a los demás) y despido a mis amigas hasta el día siguiente, porque habíamos quedado que venían a verme a mi "festejo".

Abro la puerta de mi C3 enérgicamente y peleo con mis bajos instintos para no volver a entrar a tu casa, con la excusa de saludarte. Me recuesto sobre mi asiento y prendo el auto, mientras mentalmente me hago una lista de todas las cosas que traje y no puedo olvidarme. Conecto el iPod al stereo, repitiendo mi rutina para manejar, y comienzo a alejarme de la casa.

"Los documentos" me recuerdo repentinamente y revuelvo mi cartera con mi mano izquierda mientras con la derecha, mantengo derecho el volante. No están (ni ellos ni la billetera que los contiene) y recuerdo haberlos traído.

No es que alguien vaya a pararme a esta hora pero viajo en días y no puedo contar con que Zaira me los traiga mañana porque, primero no sé si están ahí con seguridad, y segundo no sé en que estado va a volver de la fiesta como para acordarse.

Me muerdo el labio molesta y los de la garita me miran con interés, mientras doy la vuelta y manejo hacia tu casa.

Suspiro antes de tocar el timbre, y despego la remera de mi malla, húmeda por la pileta (me dio fiaca cambiarme). Me gritás que está abierto e ingreso decididamente a buscar mi billetera. Solo eso, la billetera.

Cruzo el living a oscuras y te veo, esperándome en la cocina, medianamente iluminada por la luz de la luna.

- ¿Qué te olvidaste? - inquirís con una sonrisa. Sospecho que sabías que iba a volver a tu caso pronto, sino las alarmas estarían prendidas.

- ¿Me estabas esperando? - pregunto, frunciendo el ceño y te rascás la nuca con una media sonrisa. Te descubrí.

- Tenía una corazonada de que ibas a venir - me decís, sonriendo y muerdo el labio, inevitablemente. Te apoyas en la mesada de la cocina y te observo con curiosidad.

- ¿No era más fácil pedirme que me quede?

- Ibas a decirme que no. Ahora que estamos solos, tengo más tiempo de convencerte - me explicás, sin perder la sonrisa y siento que perdí la autoría de mis acciones. Estoy doblegada a tu juego de preguntas y respuestas.

- Y así te aseguraste mi presencia - agrego, desbaratando tu plan. Por primera vez desde que volví, mirás hacia un costado.

- Podés irte, si querés - me decís, retomando la sonrisa. Puedo notar que estás inseguro y eso me gusta; sos vulnerable y te permitís demostrarlo - Tu billetera está en el desayunador.

- No quiero. Solo estoy analizando tu plan - digo, dejando las llaves del auto en la mesa. Me seguís con la mirada - ¿Te puedo hacer una pregunta?

- La que quieras, sos mi invitada - contestás y me acerco más a vos.

- ¿Te quedaste por mí o soy tu plan B? - pregunto, mirándote a los ojos y acortando un poco la distancia (que es considerablemente mínima ya). Me tomás de las manos dulcemente (me estremezco) y das un paso hacia mí.

- Mi único plan sos vos Pau - respondés, con seguridad e involuntariamente apoyo mis brazos sobre tus hombros. Siento mis mejillas ardir, resentidas por el sol y por cómo me hacés sonrojar.

Me muerdo el labio y recorrés con la punta de tu nariz la mía. Suelto un suspiro y te acercás para besarme, pero te esquivo con una sonrisa, haciéndome desear.

Llevás mis manos hacia atrás con tu mano derecha y me inmovilizás; mientras con la izquierda acariciás mi rostro y me pierdo en tus ojos marrones. Me besás (en realidad te besé yo primero) y nuevamente me embriaga esa sensación imparable.

- ¿Esto es parte de tu plan? - inquiero jadeando, cuando nos separamos en busca de aire. Me sonreís.

- Podría ser.

Explorás las superficies de mi espalda mientras profundizamos el beso, desesperados. Empiezo a enrollar tu remera hacia arriba y vos terminás la acción, quedando con el torso desnudo.

Giramos y me subís a la mesada y no puedo evitar reírme (entre besos) por los 10 centímetros que te saco sentada acá arriba.

La diferencia de altura empieza a dejar de importarme cuando ya estoy sin la musculosa. Del short ni noticias y tampoco me interesa si Zaira llegara a aparecerse. Estoy segura que está bastante entretenida como para volver pronto.

Siento cómo tu corazón late desesperadamente y nos separamos unos segundos. Me mirás, con una mezcla de amor con deseo y de repente estoy decidida a no dejarte ir.

Te dejo un beso en la nariz porque me matás (en todos los sentidos) y me abrazás.

Recorro tu espalda con mis dedos y vos desanudas mi bikini. Te beso de nuevo y se que es el principio del fin. Y no quiero que termine.


**


Soy experta en posponer alarmas y amante de hacerlo (por sobretodas las cosas), pero esta mañana fui incapaz de dormir más de 5 horas. Mamá y su poca sutileza vinieron a despertarme a las 10. Una saboteadora del buen dormir o algo así.

Le explique una y otra vez que la gente llegaba a las 12 y que no hacia falta tanta anticipación, pero ella no entiende y por eso me tiene acá afuera, poniendo los manteles y preparando la mesa para las 20 personas que vienen a despedirse (o a comer gratis).

Reprimo un bostezo, porque estoy bajo la supervisión constante de mamá que me pasa los cubiertos sincronizadamente. Mi hermana, disfruta de la pileta y con el calor que hace, es casi un castigo estar preparando las cosas. La miro con el ceño fruncido mientras la observo nadar; me están cagando.

Los invitados empiezan a llegar (entre ellos Flor y Zai) y empiezan las recomendaciones para viajar. Mi abuela llora la mitad de la reunión porque me voy y mi papá cuenta que le expliqué a usar Skype para comunicarnos mientras estoy lejos. Mamá se para constantemente de la mesa solo para no sentarse en ella demasiado tiempo y opinar acerca de mi despedida (cosa que prefiero).

Vamos por el segundo termo (ya son casi las 7 de la tarde) y dos trucos perdidos, cuando me mandan a avisarle algo a los de la garita porque el intercomunicador parece no funcionar. Suerte que es mi fiesta.

Comienzo a caminar y pierdo mi vista entre la secuencia de casas que ya me se de memoria, porque paso los fines de semana en La Martinica desde los 7 años.

Jugueteo con el llavero en mi mano, cuando aparecés de la nada, en medio de la calle. Pienso que es un espejismo, una trampa propia de mi mente por desear verte una última vez antes de irme a la otra punta de América.

Considero hacerme la distraída y continuar en la mía, pero me relajo al pensar que éramos como hermanos (si se quiere) y no sería nada raro acercarme a vos. 

Frunzo el ceño pensando cómo entraste en primer lugar, pero recuerdo que estas registrado en el country y seguramente por eso no llamaron para cerciorar tu entrada (igual, jamás iban a poder comunicarse). 

Me pregunto donde está tu auto y supongo que no te dejaron pasar con él por algún mambo del consorcio. Locuras.

La luz naranja-violácea choca en tu rostro y el encuentro parece de novela. Cuando me acerco a vos, me das un beso casi en la comisura y te sonrío, nerviosa.

Trato de relajarme, pero internamente soy un desorden. Los recuerdos de anoche me desestabilizan una vez que vuelven a ocupar el 90% de mis pensamientos y siento la energía eléctrica de mi cuerpo efectivizarse cada vez que me tocas. 

Me vuelvo para mirarte y me muerdo el labio. Estoy hecha una estúpida.

- Las chicas están allá - explico, haciendo referencia a Zaira y Flor cuando vos en realidad no preguntaste nada. Me miras con interés, mientras deslizas la mano en el bolsillo de tu jean.

- Ya sé, estaba yendo a buscarlas - decís, sonriéndome de costado y tu pelo se vuelve cobrizo al sol.

- Ah... Claro - murmuro, completamente desorientada. Mis piernas comienzan a moverse, como mecanismo de defensa y cuando me doy cuenta, ya estoy caminando - Bueno... ¿Sabés dónde es no? Doblá para la izquierda en la próxima y seguí derecho, es la unidad 14 - explico, mientras camino hacia atrás en dirección a la garita. Me mirás pasmado e inmóvil.

- ¡Pará! - gritás y automáticamente me detengo al escucharte - Pará - repetís con suavidad - ¿Estás... Estás apurada?

Esbozás una mueca y entiendo que querías que me quede con vos, sintiendo la persona más torpe del planeta. Suspiro y me declaro una pelotuda golpeable.

- Un poco - digo y cuando vuelvo a perderme en tus ojos, se que separarme de vos ahora va a ser difícil. Me muerdo el labio y vos recuperás la sonrisa - ¿Te bancas ir hasta la garita y volver?

- Que poca fe eh - reís, poniéndote a la par mío y nuestras manos rozan. Me estremezco.

- Capaz no tenías ganas - me defiendo y vos asentís. Por primera vez presto atención a lo que traes y diviso la bolsita de papel que llevas en tu mano. La ansiedad comienza a hacer estragos con mi sistema nervioso.

Ralentizás el ritmo de tus pasos y te imito al instante. Tu rostro pensativo me intriga y estoy luchando constantemente contra mi obstinación por tomarte la mano. Cada vez que me distraigo, me sorprendo rozando mi mano derecha con la tuya.

- Pau... Esto es para vos - decís luego de un tiempo en silencio y me entregás la bolsita. Te miro, fijamente a los ojos y vos me apartás la mirada. Te da vergüenza.

- ¿Un regalo? - inquiero extrañada, deteniéndome para observarte. El viento desordena mis mechones y vos atinás a ayudarme, pero te arrepentís. Mis ojos verdes, se entrecierran cuando me peino, como puedo.

- Leí que el viaje a Washington es largo, así que te arme un cd para que te entretengas - explicás y me detengo abruptamente. No sé ni que decir.

Saco el CD y comienzo a leer la contratapa, donde escribiste con prolijidad y mucho esfuerzo los nombres de los temas (se por conocimiento propio que tu letra es desastrosa). Reconozco los artistas con facilidad; es el tipo de música que me gusta a mí, rock de los ochenta (sin contar el Indie rock, alterno y Eminem). Y de nuevo me pregunto ¿cómo sabés?

Vuelvo a mirarte y me cuelgo en tus ojos marrones (¿cómo nunca me había dado cuenta antes lo lindos que son tus ojos?). Es oficial: cada vez me gustás más.

- Aerosmith, Foreigner, Scorpions, Guns and Roses, Whitesnake... Tunel del tiempo - digo tratando de romper el hielo y dejar el nerviosismo que tenemos los dos encima, atrás. Estrujás las manos, entrecerrándolas entre sí y te reís, marcando levemente los hoyuelos en tus mejillas.

-      No sólo me gusta Ciro o Montaner ¿viste? - decís y me río - Hay de todo... Y están en orden. Cuando escuches te vas a dar cuenta. Hablan un poco de lo que pasa entre nosotros dos - explicás y abro los ojos. Mi corazón se acelera y no me estoy viendo, pero seguro mi cara no es la mejor. Me muerdo el labio al instante porque siento como si tus ojos, vieran a través de los míos - No quiero que te asustes.

Jackpot.


- Estoy un poco sorprendida nada más, es eso - digo con firmeza, para que te saques cualquier idea extraña de la cabeza y me sonreís. No quiero que por un minuto pienses que me arrepiento, porque no es así. Pero tu seguridad me abruma, más cuando… yo estoy negada a proyectar una relación con quien sea - Todavía me cuesta creer lo que pasó.

- No te enrosques Pau, lo que paso, paso y punto - decís y me acariciás el brazo tiernamente. Se me eriza la piel y me río. Me siento patética, por lo vulnerable que me pongo cerca tuyo, pero ya no me importa. Es peligroso lo fácil que me hacés cambiar de opinión - Y que bueno que fue así, porque me gustás de verdad.

Te sonrío, por inercia, y te tomo por el cuello para chocar mis labios contra los tuyos, deseosos de encontrarte en ese beso y expresar, que es recíproco. Siento tu sorpresa, pero pronto acaricias mis mejillas, llevando al límite cual sea el sentimiento que nos está fundiendo en esta impulsiva muestra de… lo que sea que es.

- Eh... Perdón - pido con una sonrisa mientras vuelvo a caminar, obligándote a que me sigas.

- ¿Me vas a pedir perdón cada vez que me des un beso? - decís, gracioso y revoleo los ojos. A un par de metros, comienza a dibujarse la garita y recuerdo a dónde estoy yendo en realidad (y lo chusmas que son los de seguridad) - Pau, no quiero que te sientas presionada. Con el regalo ni conmigo acá, solo quiero que sepas lo que siento - comentás, con un dejo de inseguridad. Sos tan seguro con algunas cosas y tan vulnerable con otras.

- Me hace bien verte - te digo impulsivamente, interrumpiéndote. Vos sonreís, aliviado, continuando los pasos.

- Bueno... El cd va a ayudarte a que entiendas un poco más… lo que me pasa - explicás y enarco una ceja, esperando una explicación más amplia… o clara - Me cuesta decir lo que siento y a veces las canciones hablan mejor por mí - agregás y no parecés tener problemas de comunicación conmigo (salvo cuando te agarran esos instantes de inseguridad y empezás a dar vueltas). Asiento y miro hacia el frente, pensativa.

- ¿O sea que escuchando esto te entiendo enterito? - pregunto graciosa y vos te reís, mientras rascás tu nuca y yo rompo en carcajadas, riéndome con vos… de vos. De cómo te hacés el cancherito.

- Algo así... Como para empezar - respondés y te empujo suavemente, para luego volver a tentarme y sentir cómo cada minuto que paso con vos, me hace un poco más feliz. Recuerdo que mañana me voy, pero mi yo interno me obliga a desplazar ese pensamiento. Si algo aprendí ayer es hacer lo que siento. Y todo lo que siento… sos vos.

Me consuela la idea que aún tenemos la caminata de la garita a mi casa y sueño con robarte algún beso en el trayecto. Me duelen las mejillas de sonreír y tu compañía de repente, se vuelve la más deseada. Y la idea de que sea prohibida… solo acrecenta el deseo.



Es eteeeerno. Disfrutenlo!

miércoles, 20 de noviembre de 2013

2


II.

(el día que el derecho fue revés)



Desde la altura todo tiene una perspectiva… diferente. Lo malo es bueno y lo derecho es revés.

Ojalá no estén buscándome, porque no quiero que me encuentren (ojalá estén sumergidos en otra guerra de agua). Estar sentada con vos, hablando de lo que sea, es tan fácil que me asusta. Siempre nos llevamos bien, pero ahora debería sentirme mínimamente culpable. Pero aunque hago mi mejor esfuerzo, no puedo.

- ¿Por qué me besaste Pedro? - pregunto en una pausa de nuestra charla, en el techito (me estoy acostumbrando a mirar todo desde arriba). Me mirás, enarcando una ceja y rasco la superficie de la teja que más a mano tengo.

- ¿Es en serio esta pregunta? - inquirís riéndote y sí, tarado de manual, es en serio porque sino no estaría preguntándote. Sabés a lo que voy.

- Dale boludo, no jodas - me quejo mordiéndome el labio y vos recuperas el semblante, mientras acaricio mis rodillas - ¿Desde cuándo?

Esto puntualmente me interesa escuchar. Ahora, si recibo un retruque, no sé que voy a responder (y de acá si que no puedo escaparme, saltar no es mi fuerte y menos a 2 metros de altura).

- Desde siempre Pau… - murmurás jugando con el atado y achinás tus ojos por el humo. Mi mirada se pierde, por la sorpresa y vos clavás tus ojos en los míos, verdes - pero vos estabas en otra.

¿En dónde carajo estaba? (cómo llegué acá, cómo nunca me di cuenta, entre otras preguntas). Ah sí, perdiendo el tiempo con infelices inútiles incapaces.

-      Y ahora que estoy a 1 día de irme no te parece que estoy en otra…- digo levantando una ceja, obviando mi emoción al descubrir que te gusté siempre.

Conociéndote, seguramente el prejuicio por ser más chica te jugo en contra (porque no te importa mucho que sea mejor amiga de tu hermana). Me hacés una media sonrisa y tengo que revolear los ojos.

- Estás conmigo ahora.

- No me estás respondiendo Alfonso… - te interrumpo, aunque esa respuesta para vos fue suficiente. Inspiro y retomo lo último que me dijiste - Sí, estoy arriesgando mi integridad física acá arriba y no sé muy bien por qué - me sincero con un dejo de humor. Si supiera, probablemente me hubiera escapado. Pero como no puedo pensar, no sé y no entiendo estoy acá.

- Si sabés - me contradecís y me tuerzo para mirarte - porque te gustó lo que pasó en la pileta.

- Qué seguro que estás eh, ¿no tenés miedo a equivocarte?- pronuncio desafiante y vos contenés una risa - Mira que la caída duele y más desde acá.

- Con vos no me equivoque - respondés, muy cerca de mi boca y tu aliento se camufla con el mío. Mi respiración se agita y rozo mi nariz con la tuya, retrasando lo que inevitablemente va a suceder solo para disfrutarlo más. Tenés razón, me encanto lo que pasó en la pileta y presiento que lo que va a pasar ahora me va a gustar aún más.

Te tomo por la nuca, decidida, y te atraigo hacia mi, deseosa de eliminar la distancia (mínima) que existe entre nosotros. Te beso, y vos me besás con más convicción. Con años contenidos, con ganas de más.

No sabemos cómo acomodarnos pero la incomodidad no es un problema. Tampoco lo es la falta de aire, los parientes u amigos o el hecho de que no podemos movernos demasiado porque al menor desliz, caemos cuesta abajo.

Besarte apenas me alcanza y tocarte es casi imposible con el poco margen de error que tenemos. Me siento en descontrol y eso en otra situación sería sinónimo de crisis, porque ahí es mi cabeza la que lleva la batuta del orden y la estructura. Acá en lo único que estoy pensando es en por qué todavía tenés la remera puesta.

Presionas lo más bajo de mi espalda para acercarme, mientras con tu otra mano me tomás de la nuca. Yo descubro tu espalda desnuda bajo tu remera y cuando empiezo a desplazar la prenda hacia arriba se que todo se está yendo al carajo.

Mi nombre rompe el silencio y nos separamos automáticamente. Me están buscando (hace quién sabe cuanto que estoy en el baño, cuando nunca lo visite) y si me encuentran acá con vos... Bueno, mi cerebro está recuperando su coeficiente intelectual pero no se me ocurre todavía una excusa creíble.

Me apresuro para entrar por la ventana y no me caigo de milagro. La adrenalina me guía.

- Pau - murmurás desde el umbral, informándome que planeás quedarte afuera y te miro con odio. Claro, la que queda con lo más difícil soy yo.

Escucho los crujidos de los escalones y se que es Zaira subiendo. Te apartás de la ventana y mi cerebro se estruje porque ya no hay tiempo.

- Nena, te estoy gritando hace como 15 minutos - me dice mi mejor amiga mientras me hago la que inspecciono tus discos cuando, en realidad no me gusta nada la música que escuchás. La miro, con un par de cds en la mano, con tranquilidad - ¿Qué hacés acá?

- Che que grasa que es tu hermano ¿¡Montaner escucha!? - digo mordiéndome el labio en desaprobación y ella se sonríe. Vuelvo a negar con la cabeza y me río internamente porque se que estás escuchando todo esto.

- Sí y canta Montaner que es peor - y enarco una ceja ante este dato (que desconocía) antes de carcajear. Dejo los cds en su lugar, con suavidad y ajusto mi colita - No me dijiste que hacías acá, se supone que estabas en el baño...

Acá se suponen demasiadas cosas.

- Pase cuando volvía de ahí y me agarro curiosidad - digo despreocupada y me sorprende como las mentiras fluyen tan fácilmente de mi boca - Es tan raro tu hermano a veces.

- Se hace el bohemio porque tiene una banda. Vamos - dice Zaira, revoleando los ojos y tomándome de la mano para que bajemos, sin hacer más preguntas. Mejor, porque no sé por cuánto voy a poder seguir inventando respuestas.



**


No me gusta el Fernet. Empezando con que la Coca tampoco es de mi agrado, su espuma me parece asquerosa y su sabor me disgusta. No soy gran fan de lo amargo, pero a decir verdad, no hay nada como el gusto de los Marlboro en tu boca.

Me alcanzás uno de todas formas (el Fernet) y lo acepto de mala gana, porque se que no hay cerveza (ni agua) y mi sed reclama a gritos algo fresco. Tomo un sorbito y abandono el intento, con desgano. Me inclino sobre el borde de la pileta, aún sosteniéndolo, solo para mantener fresca al menos alguna parte de mi cuerpo.

Esta tranquilamente podría ser una noche ideal de verano: viento, tragos y pileta. Y amigos obviamente… claro que a vos ya no sé que rótulo ponerte.

Miro de reojo mi reloj de Swatch, que llama mi atención por el sonido casi estruendoso de sus agujas. Lo odio tanto como lo amo, sino no pueden explicarse mis diferentes técnicas para dormir alejando mis oídos de mi mano derecha (si, en esa uso el reloj).

Las agujas marcan las 2 de la mañana.

Debería estar en mi casa (ya hace más de 3 horas) pero como ni siquiera di lugar a réplicas, mis papás no pudieron poner objeción alguna. Como en dos días me voy por meses a Estados Unidos, con ese motivo mamá organizó una reunión mañana con toda mi familia, en mi casa de fin de semana (en La Martinica, a unos kilómetros de acá).

- Hey me invito Tato a un pre en su casa - dice Zaira de un momento a otro. Todos se vuelven para mirarla y ella esboza una sonrisa. Tato es su eterno platónico, que vive en la otra punta del country - Y después podemos salir a bailar con ellos, así no nos quedamos acá.

- Cualquier cosa si tiene aire en su casa - pronuncia Flor desde la reposera. La mayoría hecha a reír y yo sopeso mis posibilidades de ir; no tengo muchas ganas de salir, menos de cambiarme para ello y por otro lado, estar rodeada de bebidas alcohólicas es algo inseguro. Si con vos aparentemente ya soy fácil sin alcohol en sangre, no quiero imaginarme como puedo llegar a ser con unas cervezas encima.

- ¿Y Juli va a estar? - inquiere Hernán, gracioso. Parece como si la pregunta la estuviera haciendo por vos y eso me molesta. Vos, Pedro, estás desafectado.

- ¿Quién es Juli? - pregunta Mati a mi izquierda y manteniéndose a flote por una pelota que estaba tirada en la pileta.

- La prima de Tato - respondo con irritación y vos me mirás con interés. Matías me mira expectante, consciente de que hay más información acerca de ella.

- Una amiga que le tiene ganas a Pepe, Mati - explica Flor (gracias Flor, no me acordaba) y Hernán modula un "está buenísima". Negás con la cabeza, entornando los ojos - Y que Pau no se banca mucho.

- Es una mosquita muerta - me defiendo y los chicos se ríen. Zaira está enfrascada en su celular, seguramente whatsappeando con Tato y no escucha ni es capaz de aportar nada. Mejor, porque si prestara atención dos segundos percibiría mis celos.

- ¿Y? - inquiere Mati, restándole importancia a mi opinión y abriendo sus ojos. Hernán muere de risa y yo revoleo los míos. Hombres.

- Deberíamos ir yendo - comenta Zaira entrando para cambiarse aunque nadie le haya dicho que sí - Dale que van a estar las amigas de Juli, llevemos el alcohol que tenemos acá y listo - agrega y veo como los chicos comienza a moverse.

- Yo paso - agrego antes de salir de la pileta y (por fin) llamo la atención de todos los presentes (incluida la tuya) - Mañana me hacen la despedida en casa, con toda mi familia y no da que llegue rota ni a las 12 del mediodía.

- Dale Pau, por mí - pide Zaira, pero niego con la cabeza, mientras me seco con la toalla. Además que de verdad me tengo que ir, no tengo ganas de verte a vos con "Juli" o arengándote a otra chica. Menos tener algún contacto más allá del que podemos tener como "hermanos",  porque estoy casi adoptada por tu familia.

- No gorda, no puedo - repito y ella asiente mientras se meten uno a uno dentro de la casa. Debe estar demasiado ansiosa por verlo al chico este, sino insistiría.

Visualizo mi cartera en el living y subo sin tomarla porque no hay nada que necesite allí. Las ayudo a las chicas a producirse rápidamente y discutimos acerca de Tato y de las diez mil posibilidades de que pase algo entre Zaira y él. Bajo las escaleras detrás de ellas y vos y tus 6 amigos ya nos están esperando. Lo que hacen un par de minas y alcohol gratis.

- Yo no voy tampoco - murmurás en medio del movimiento que estamos haciendo todos para salir y me paro en seco, con mis brazos a los costados. Nadie dice nada y todos te miran, pero vos solo estás perdido en mí. Y yo en vos.



 Disfruten!  - @riottinme - Lu.