domingo, 24 de noviembre de 2013

3


III.

(el día que fuiste mi ida y mi vuelta)



Definitivamente estoy jodida.

Tu negativa (sorpresiva) para ir a la fiesta moviliza la firmeza de mis decisiones. Ya no se cuál vendría a ser mi lugar seguro y termino por concluir que no hay nada menos peligroso que mi casa, aunque allá este mamá. Está atravesando una especie de crisis previa a mi partida, supongo que porque no va a verme por cuatro meses y me voy solo en dos días. Ah y porque mi valija ni siquiera está a preparar.

Tomo mi cartera y camino en dirección a la puerta, aislándome de cómo todos intentan convencerte. Vos alegás algo de que no tenés ganas y me pregunto si esto es alguna indirecta para mí o estás tratando de decirme algo.

Me recuerdo que no sos muy fan de este tipo de jodas y me odio a mi misma por autoboicotear el crecimiento de mi autoestima. Claramente te quedás por vos, no por mí.

El grupo reasume la partida (no creo que lamenten mucho tu baja de la previa, salvo Julieta) y yo te grito un "Chau Pepe, beso", dándote una mínima importancia. Vos no me respondés y mi panza comienza a estrujarse al considerar que esta es la última vez que te veo hasta dentro de 3/4 meses. Qué boluda soy.

Saludo a los demás ya afuera, con un beso y un abrazo (los que son con Zaira y Flor tienen muchos segundos de diferencia en comparación a los demás) y despido a mis amigas hasta el día siguiente, porque habíamos quedado que venían a verme a mi "festejo".

Abro la puerta de mi C3 enérgicamente y peleo con mis bajos instintos para no volver a entrar a tu casa, con la excusa de saludarte. Me recuesto sobre mi asiento y prendo el auto, mientras mentalmente me hago una lista de todas las cosas que traje y no puedo olvidarme. Conecto el iPod al stereo, repitiendo mi rutina para manejar, y comienzo a alejarme de la casa.

"Los documentos" me recuerdo repentinamente y revuelvo mi cartera con mi mano izquierda mientras con la derecha, mantengo derecho el volante. No están (ni ellos ni la billetera que los contiene) y recuerdo haberlos traído.

No es que alguien vaya a pararme a esta hora pero viajo en días y no puedo contar con que Zaira me los traiga mañana porque, primero no sé si están ahí con seguridad, y segundo no sé en que estado va a volver de la fiesta como para acordarse.

Me muerdo el labio molesta y los de la garita me miran con interés, mientras doy la vuelta y manejo hacia tu casa.

Suspiro antes de tocar el timbre, y despego la remera de mi malla, húmeda por la pileta (me dio fiaca cambiarme). Me gritás que está abierto e ingreso decididamente a buscar mi billetera. Solo eso, la billetera.

Cruzo el living a oscuras y te veo, esperándome en la cocina, medianamente iluminada por la luz de la luna.

- ¿Qué te olvidaste? - inquirís con una sonrisa. Sospecho que sabías que iba a volver a tu caso pronto, sino las alarmas estarían prendidas.

- ¿Me estabas esperando? - pregunto, frunciendo el ceño y te rascás la nuca con una media sonrisa. Te descubrí.

- Tenía una corazonada de que ibas a venir - me decís, sonriendo y muerdo el labio, inevitablemente. Te apoyas en la mesada de la cocina y te observo con curiosidad.

- ¿No era más fácil pedirme que me quede?

- Ibas a decirme que no. Ahora que estamos solos, tengo más tiempo de convencerte - me explicás, sin perder la sonrisa y siento que perdí la autoría de mis acciones. Estoy doblegada a tu juego de preguntas y respuestas.

- Y así te aseguraste mi presencia - agrego, desbaratando tu plan. Por primera vez desde que volví, mirás hacia un costado.

- Podés irte, si querés - me decís, retomando la sonrisa. Puedo notar que estás inseguro y eso me gusta; sos vulnerable y te permitís demostrarlo - Tu billetera está en el desayunador.

- No quiero. Solo estoy analizando tu plan - digo, dejando las llaves del auto en la mesa. Me seguís con la mirada - ¿Te puedo hacer una pregunta?

- La que quieras, sos mi invitada - contestás y me acerco más a vos.

- ¿Te quedaste por mí o soy tu plan B? - pregunto, mirándote a los ojos y acortando un poco la distancia (que es considerablemente mínima ya). Me tomás de las manos dulcemente (me estremezco) y das un paso hacia mí.

- Mi único plan sos vos Pau - respondés, con seguridad e involuntariamente apoyo mis brazos sobre tus hombros. Siento mis mejillas ardir, resentidas por el sol y por cómo me hacés sonrojar.

Me muerdo el labio y recorrés con la punta de tu nariz la mía. Suelto un suspiro y te acercás para besarme, pero te esquivo con una sonrisa, haciéndome desear.

Llevás mis manos hacia atrás con tu mano derecha y me inmovilizás; mientras con la izquierda acariciás mi rostro y me pierdo en tus ojos marrones. Me besás (en realidad te besé yo primero) y nuevamente me embriaga esa sensación imparable.

- ¿Esto es parte de tu plan? - inquiero jadeando, cuando nos separamos en busca de aire. Me sonreís.

- Podría ser.

Explorás las superficies de mi espalda mientras profundizamos el beso, desesperados. Empiezo a enrollar tu remera hacia arriba y vos terminás la acción, quedando con el torso desnudo.

Giramos y me subís a la mesada y no puedo evitar reírme (entre besos) por los 10 centímetros que te saco sentada acá arriba.

La diferencia de altura empieza a dejar de importarme cuando ya estoy sin la musculosa. Del short ni noticias y tampoco me interesa si Zaira llegara a aparecerse. Estoy segura que está bastante entretenida como para volver pronto.

Siento cómo tu corazón late desesperadamente y nos separamos unos segundos. Me mirás, con una mezcla de amor con deseo y de repente estoy decidida a no dejarte ir.

Te dejo un beso en la nariz porque me matás (en todos los sentidos) y me abrazás.

Recorro tu espalda con mis dedos y vos desanudas mi bikini. Te beso de nuevo y se que es el principio del fin. Y no quiero que termine.


**


Soy experta en posponer alarmas y amante de hacerlo (por sobretodas las cosas), pero esta mañana fui incapaz de dormir más de 5 horas. Mamá y su poca sutileza vinieron a despertarme a las 10. Una saboteadora del buen dormir o algo así.

Le explique una y otra vez que la gente llegaba a las 12 y que no hacia falta tanta anticipación, pero ella no entiende y por eso me tiene acá afuera, poniendo los manteles y preparando la mesa para las 20 personas que vienen a despedirse (o a comer gratis).

Reprimo un bostezo, porque estoy bajo la supervisión constante de mamá que me pasa los cubiertos sincronizadamente. Mi hermana, disfruta de la pileta y con el calor que hace, es casi un castigo estar preparando las cosas. La miro con el ceño fruncido mientras la observo nadar; me están cagando.

Los invitados empiezan a llegar (entre ellos Flor y Zai) y empiezan las recomendaciones para viajar. Mi abuela llora la mitad de la reunión porque me voy y mi papá cuenta que le expliqué a usar Skype para comunicarnos mientras estoy lejos. Mamá se para constantemente de la mesa solo para no sentarse en ella demasiado tiempo y opinar acerca de mi despedida (cosa que prefiero).

Vamos por el segundo termo (ya son casi las 7 de la tarde) y dos trucos perdidos, cuando me mandan a avisarle algo a los de la garita porque el intercomunicador parece no funcionar. Suerte que es mi fiesta.

Comienzo a caminar y pierdo mi vista entre la secuencia de casas que ya me se de memoria, porque paso los fines de semana en La Martinica desde los 7 años.

Jugueteo con el llavero en mi mano, cuando aparecés de la nada, en medio de la calle. Pienso que es un espejismo, una trampa propia de mi mente por desear verte una última vez antes de irme a la otra punta de América.

Considero hacerme la distraída y continuar en la mía, pero me relajo al pensar que éramos como hermanos (si se quiere) y no sería nada raro acercarme a vos. 

Frunzo el ceño pensando cómo entraste en primer lugar, pero recuerdo que estas registrado en el country y seguramente por eso no llamaron para cerciorar tu entrada (igual, jamás iban a poder comunicarse). 

Me pregunto donde está tu auto y supongo que no te dejaron pasar con él por algún mambo del consorcio. Locuras.

La luz naranja-violácea choca en tu rostro y el encuentro parece de novela. Cuando me acerco a vos, me das un beso casi en la comisura y te sonrío, nerviosa.

Trato de relajarme, pero internamente soy un desorden. Los recuerdos de anoche me desestabilizan una vez que vuelven a ocupar el 90% de mis pensamientos y siento la energía eléctrica de mi cuerpo efectivizarse cada vez que me tocas. 

Me vuelvo para mirarte y me muerdo el labio. Estoy hecha una estúpida.

- Las chicas están allá - explico, haciendo referencia a Zaira y Flor cuando vos en realidad no preguntaste nada. Me miras con interés, mientras deslizas la mano en el bolsillo de tu jean.

- Ya sé, estaba yendo a buscarlas - decís, sonriéndome de costado y tu pelo se vuelve cobrizo al sol.

- Ah... Claro - murmuro, completamente desorientada. Mis piernas comienzan a moverse, como mecanismo de defensa y cuando me doy cuenta, ya estoy caminando - Bueno... ¿Sabés dónde es no? Doblá para la izquierda en la próxima y seguí derecho, es la unidad 14 - explico, mientras camino hacia atrás en dirección a la garita. Me mirás pasmado e inmóvil.

- ¡Pará! - gritás y automáticamente me detengo al escucharte - Pará - repetís con suavidad - ¿Estás... Estás apurada?

Esbozás una mueca y entiendo que querías que me quede con vos, sintiendo la persona más torpe del planeta. Suspiro y me declaro una pelotuda golpeable.

- Un poco - digo y cuando vuelvo a perderme en tus ojos, se que separarme de vos ahora va a ser difícil. Me muerdo el labio y vos recuperás la sonrisa - ¿Te bancas ir hasta la garita y volver?

- Que poca fe eh - reís, poniéndote a la par mío y nuestras manos rozan. Me estremezco.

- Capaz no tenías ganas - me defiendo y vos asentís. Por primera vez presto atención a lo que traes y diviso la bolsita de papel que llevas en tu mano. La ansiedad comienza a hacer estragos con mi sistema nervioso.

Ralentizás el ritmo de tus pasos y te imito al instante. Tu rostro pensativo me intriga y estoy luchando constantemente contra mi obstinación por tomarte la mano. Cada vez que me distraigo, me sorprendo rozando mi mano derecha con la tuya.

- Pau... Esto es para vos - decís luego de un tiempo en silencio y me entregás la bolsita. Te miro, fijamente a los ojos y vos me apartás la mirada. Te da vergüenza.

- ¿Un regalo? - inquiero extrañada, deteniéndome para observarte. El viento desordena mis mechones y vos atinás a ayudarme, pero te arrepentís. Mis ojos verdes, se entrecierran cuando me peino, como puedo.

- Leí que el viaje a Washington es largo, así que te arme un cd para que te entretengas - explicás y me detengo abruptamente. No sé ni que decir.

Saco el CD y comienzo a leer la contratapa, donde escribiste con prolijidad y mucho esfuerzo los nombres de los temas (se por conocimiento propio que tu letra es desastrosa). Reconozco los artistas con facilidad; es el tipo de música que me gusta a mí, rock de los ochenta (sin contar el Indie rock, alterno y Eminem). Y de nuevo me pregunto ¿cómo sabés?

Vuelvo a mirarte y me cuelgo en tus ojos marrones (¿cómo nunca me había dado cuenta antes lo lindos que son tus ojos?). Es oficial: cada vez me gustás más.

- Aerosmith, Foreigner, Scorpions, Guns and Roses, Whitesnake... Tunel del tiempo - digo tratando de romper el hielo y dejar el nerviosismo que tenemos los dos encima, atrás. Estrujás las manos, entrecerrándolas entre sí y te reís, marcando levemente los hoyuelos en tus mejillas.

-      No sólo me gusta Ciro o Montaner ¿viste? - decís y me río - Hay de todo... Y están en orden. Cuando escuches te vas a dar cuenta. Hablan un poco de lo que pasa entre nosotros dos - explicás y abro los ojos. Mi corazón se acelera y no me estoy viendo, pero seguro mi cara no es la mejor. Me muerdo el labio al instante porque siento como si tus ojos, vieran a través de los míos - No quiero que te asustes.

Jackpot.


- Estoy un poco sorprendida nada más, es eso - digo con firmeza, para que te saques cualquier idea extraña de la cabeza y me sonreís. No quiero que por un minuto pienses que me arrepiento, porque no es así. Pero tu seguridad me abruma, más cuando… yo estoy negada a proyectar una relación con quien sea - Todavía me cuesta creer lo que pasó.

- No te enrosques Pau, lo que paso, paso y punto - decís y me acariciás el brazo tiernamente. Se me eriza la piel y me río. Me siento patética, por lo vulnerable que me pongo cerca tuyo, pero ya no me importa. Es peligroso lo fácil que me hacés cambiar de opinión - Y que bueno que fue así, porque me gustás de verdad.

Te sonrío, por inercia, y te tomo por el cuello para chocar mis labios contra los tuyos, deseosos de encontrarte en ese beso y expresar, que es recíproco. Siento tu sorpresa, pero pronto acaricias mis mejillas, llevando al límite cual sea el sentimiento que nos está fundiendo en esta impulsiva muestra de… lo que sea que es.

- Eh... Perdón - pido con una sonrisa mientras vuelvo a caminar, obligándote a que me sigas.

- ¿Me vas a pedir perdón cada vez que me des un beso? - decís, gracioso y revoleo los ojos. A un par de metros, comienza a dibujarse la garita y recuerdo a dónde estoy yendo en realidad (y lo chusmas que son los de seguridad) - Pau, no quiero que te sientas presionada. Con el regalo ni conmigo acá, solo quiero que sepas lo que siento - comentás, con un dejo de inseguridad. Sos tan seguro con algunas cosas y tan vulnerable con otras.

- Me hace bien verte - te digo impulsivamente, interrumpiéndote. Vos sonreís, aliviado, continuando los pasos.

- Bueno... El cd va a ayudarte a que entiendas un poco más… lo que me pasa - explicás y enarco una ceja, esperando una explicación más amplia… o clara - Me cuesta decir lo que siento y a veces las canciones hablan mejor por mí - agregás y no parecés tener problemas de comunicación conmigo (salvo cuando te agarran esos instantes de inseguridad y empezás a dar vueltas). Asiento y miro hacia el frente, pensativa.

- ¿O sea que escuchando esto te entiendo enterito? - pregunto graciosa y vos te reís, mientras rascás tu nuca y yo rompo en carcajadas, riéndome con vos… de vos. De cómo te hacés el cancherito.

- Algo así... Como para empezar - respondés y te empujo suavemente, para luego volver a tentarme y sentir cómo cada minuto que paso con vos, me hace un poco más feliz. Recuerdo que mañana me voy, pero mi yo interno me obliga a desplazar ese pensamiento. Si algo aprendí ayer es hacer lo que siento. Y todo lo que siento… sos vos.

Me consuela la idea que aún tenemos la caminata de la garita a mi casa y sueño con robarte algún beso en el trayecto. Me duelen las mejillas de sonreír y tu compañía de repente, se vuelve la más deseada. Y la idea de que sea prohibida… solo acrecenta el deseo.



Es eteeeerno. Disfrutenlo!

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