XI.
(el día que nos encerramos en un círculo
sin fin)
La brisa con cada ráfaga
contra mi piel, se lleva uno a uno esos pensamientos que necesito borrar. Me
impulso con el pie para ganar velocidad y vuelvo a pararme sobre el skate, para
recorrer la rampa.
Cuento 10 skaters durante el
recorrido (Fabricio incluido) y entrecierro mis ojos por la intensidad del sol.
Una vez que llego al otro extremo, levanto la patineta, me alejo del borde y me
dejo caer sobre el pasto recién cortado. Mis dedos se deslizan sobre las múltiples
calcomanías que diseñe, pegadas en el reverso del skate, y levanto la vista en
búsqueda de mi mejor amigo.
Es plena tarde en Costanera y
el viento producto del río sirve para engañar la temperatura del ambiente. De
otra manera me estaría asando.
Me encanta patinar; cuando
estoy “sobre ruedas”, siento que nada me retiene: que soy libre, que nada me
limita. Pero aunque los problemas se desvanecen por un rato, en el momento que
vuelvo a pisar tierra firme otra vez pierdo la tranquilidad y vuelvo a sentirme
abrumada.
¿Por qué todo tenía que
complicarse tanto?
(Flashback)
Hace fácil media hora que estamos hablando y
seguimos dando vuelta sobre lo mismo. Que cómo me voy a ir así, que cómo
contaste lo que debería ser secreto. Empiezo a pensar que no nos estamos
escuchando, que son dos monólogos en una misma conversación.
Vos no entendés cuál es el problema de que sepan,
yo no entiendo cómo fuiste capaz.
De cualquier manera, es obvio que tengo razón yo;
no puede compararse que me vaya sin dar explicaciones a que traiciones mi confianza.
-
No podés irte así Paula – decís, por enésima vez
(y temo que volvamos nuevamente al inicio de la discusión). Revoleo los ojos
mientras camino por mi cuarto, en un intento de calmarme.
-
¿Qué pretendías que hiciera? – pregunto irritada
mientras juego con uno de mis anillos, como de costumbre cuando estoy alterada
– Se que capaz debería haberme quedado para hablar el tema en el momento, pero
no pude. Te pedí perdón, listo, superalo de una vez.
Ambos nos quedamos en silencio y aprovecho para
tomar una bocanada de aire. Me acerco a la puerta de mi cuarto para chequear
que el pasillo sigue desierto y que mi mamá todavía está en la cocina. No sé
cuánto falta para que levante el tono de voz y no quiero que escuche.
Me siento sobre el borde de la cama y cruzo mis
piernas. Apenas te escucho respirar del otro lado, pero supongo que estás analizando
lo que te dije. Por fin me escuchaste.
-
¿Quién más lo sabe? – inquiero sin vueltas,
aprovechando que estás desprevenido. Quiero creer que nadie más pero mi instinto
me dice otra cosa... y casi nunca falla.
-
Nan… y Fechi – decís rápidamente y siento como el
enojo escala a través de mi garganta. Casi puedo verte rascándote la sien con
tu índice. Se te escapa algo parecido a un “eh” de la boca y carraspeás – No van
a decir nada.
-
¿Vos me estás jodiendo? – pregunto elevando mi
tono de voz al tiempo que me paro de la cama porque definitivamente no puedo
estar quieta. Tu tranquilidad para hablar me violenta – No solo le contaste a
tu mamá, que dudo mucho que este de acuerdo con ocultarle a Zaira que estamos
saliendo, sino que le contaste a tus amiguitos, que son más chismosos que no
sé.
-
Baja un cambio Paula, no me grites – respondés
alterado y dejo salir un bufido. No entendés nada – Mi vieja no va a hablar,
ella entiende la situación y nos banca.
-
¿Y eso tiene que dejarme más tranquila?
-
Ella sabe cómo es Zaira, le expliqué cómo fueron
las cosas. No va a hablar – asegurás y dejo salir un suspiro. Quizás es cierto,
siempre fuiste su debilidad - Y los chicos menos, te juro que no van a decir
nada. Confiá en mí.
-
Ese es el problema Pedro, que te cagaste en lo
que habíamos quedado y ni siquiera me preguntaste qué pensaba – explico, un
poco más tranquila pero firme. Necesito que entiendas la gravedad de la
situación… o por lo menos por qué no puedo hacer como si nada - No sé si puedo
confiar.
-
No me digas eso, no es que planee contarles,
surgió en el momento – decís, algo dolido - Me cuesta mentir.
-
A mí también eh y sin embargo… - y te escucho
resoplar.
-
No sé qué querés que te diga Pau – decís, abatido
y me indigna este papel de desentendido que estás jugando. Trato de ponerme en
tu lugar, pero siento que ni te esforzás por ponerte en el mío.
-
Que me pidas perdón para empezar, pero al parecer
sos demasiado orgulloso para reconocer que hiciste las cosas mal aunque te des
cuenta – respondo enojada y humedezco mis labios. Hago una pausa y pienso dos
veces antes de formular la siguiente frase - Pensalo y después hablamos, un
beso.
Y corto. Y no me llamás de nuevo.
(Fin flashback)
-
¿Tengo que asustarme
por cómo me estás mirando? – pregunta Fabri con un dejo de gracia desde el
borde de cemento. Esboza una media sonrisa, pero retoma la seriedad al
instante. Miro hacia un costado y tamborileo sobre la tabla, ofuscada. Se
suponía que venir al parque Costanera era plenamente con el propósito de
despejarme.
-
Estás rarísima – dice
después de unos minutos donde solo el sonido de las ruedas de otros skates
llenaban el silencio entre nosotros - ¿Qué pasó Pau?
-
Ah – modulo
únicamente. Que no me diga “tetitas” es sinónimo de gravedad. Sus ojos celestes
traspasan los míos, haciéndome inmune a la verdad. Nunca pude mentirle cuando
me mira así y a decir verdad, es la persona en quien más confío. De cualquier
manera decido seleccionar parte de la verdad… lo que puedo contar – Me vi con
Marcos.
-
¿Posta? – pregunta
sorprendido y desvía la vista hacia la rampa. Se viene una bomba - Pensé que no
lo querías ver nunca más… - y hace énfasis en el nunca el muy forro. Como si
hiciera falta recordarme mis propias aseveraciones.
-
Era la idea… pero me
habló y no pude decirle que no – simplifico, restándole importancia. Fabricio se
voltea hacia mí, achinando los ojos, como estudiándome. Pero no hay más nada
para ver.
-
¿Te lo cojiste?
-
No nene, qué decís –
digo frunciendo el entrecejo, casi asqueada ante la idea, aunque no fuera tan
descabellada dado el lazo que nos unía - Nos juntamos a tomar algo, no pasó
nada. No sé ni por qué fui.
-
Porque siempre te pudo
– y revoleo mis ojos verdes aunque es verdad. Su rubio ceniza se aclara ante
los rayos del sol y carraspea antes de seguir hablando – “Porque es esa persona
por la que dejas cualquier cosa de lado” – agrega citando lo que alguna vez
dije y bajo la mirada al tiempo que levanto las cejas pensativa - ¿Qué quería?
-
Hablar supongo. La
verdad es que a mí tampoco me gusto cómo terminaron las cosas… no quería que
quede todo mal entre nosotros – explico y mi mejor amigo se muerde el labio,
burlón. Sonrío internamente, porque sé que aunque me moleste, Fabri nunca me va
a mentir. Siempre voy a saber lo que piensa.
-
Dale Pau…
-
En serio te digo. Esta
de novio y todo… no sé, yo lo quiero y le deseo lo mejor – insisto. Se lo que
parece, pero esta vez es distinto. Él ya no tiene ese efecto sobre mí y de
verdad quiero terminar las cosas bien.
-
Sos una pelotuda – declara
y siento como si me pegara una cachetada - Después de todo lo que lloraste por
este forro.
Y no lo culpo por
detestarlo, porque fueron meses de intentar remar una relación, creyendo que
los tiempos eran los respiros necesarios para salvarla cuando en realidad no
hacían más que confundirnos, causarme sufrimiento y terminar de arruinarla.
Bah, el que tuvo la idea que el tiempo era positivo fue Marcos, porque yo
quería seguir y definitivamente la incertidumbre de no saber qué hacer durante
el mismo (y de querer estar con mi ex) fue la combinación más dolorosa.
-
Anda a cagar Fabricio
– espeto, aunque tenga razón, y él suelta una risa. Me desespera que siga
pensando que soy tan débil. Ya lo superé, solo intento ser madura - No es lo
que vos pensás, no quiero volver con Marcos. Yo estoy en otra.
-
Ya sé… en otra con
Pedro – comenta con ligereza y se forma un nudo en mi estómago. Me muevo
incómoda sobre sí misma - ¿Eso es posta?
-
¿Como sabés? –
pregunto incrédula, porque el secreto ya empezó a filtrarse. Me pregunto cuál
es la fecha de vencimiento de este “secreto”.
-
Los vi la otra vez, yéndose
de la fiesta juntos… No estaba seguro, pero ahora vos me confirmaste bobita - y bufo ofuscada por la cantidad de gente que
ahora lo sabe (y por cómo mi amigo me
hizo pisar el palito)– Pero no pensé que iba en serio el asunto.
-
¿Por qué todo el mundo
piensa que estoy jodiendo con Pedro? – pregunto súbitamente molesta y la brisa
desordena el flequillo de Fabri. Giro la ruedita de mi skate, irritada y algo
bruta.
-
Porque te conozco. Y
por Marcos…
-
Si lo decís porque lo
vi ya te dije que
-
No tetitas, porque
hasta hace poco seguías re enganchada – me explica, interrumpiéndome y oculto
mis labios - Aunque no lo quieras admitir – y entorno los ojos - Y vos sabes lo
que se siente cuando el otro no siente lo mismo que vos… eso, nada más.
-
Ya sé… nada más
horrible que querer mucho a alguien y descubrir que al final el otro no siente
lo mismo, e intentar cambiar eso – digo, gesticulando con las manos. Lo sé muy
bien - Pero a Pedro yo lo quiero de verdad, estoy muy enganchada. En serio.
Fabricio se queda en
silencio, sorprendido, y yo me enmudezco también, por la seguridad con la que
salieron esas palabras de mi boca. Y pensar que internamente, todo era tan
confuso…
-
¿Entonces por qué
haces estas giladas?
-
Ya te dije por qué…
además porque quedamos con Pedro que iba a quedar entre nosotros por ahora y me
entere que no hay persona que no le haya contado. Me enoje, que se yo.
-
Pendeja.
-
Boludo a pedal.
-
Tetitas – me dice
desafiante y estallo en carcajadas.
-
Eso ya no cuenta como
insulto – digo enarcando una ceja y mi mejor amigo se contagia de mi risa – No
es que soy caprichosa y me enoje solo por eso, hay más cosas en contra de esta
relación que a favor – reflexiono y mis dedos se entrelazan al pasto. Es la
verdad.
-
¿De Zaira hablás? No
te preocupes por ella – me asegura y lo miro con interés, aunque desconfiando
un poco de las razones que tenga para sustentar eso - Si no lo acepta va a
demostrar que es más pelotuda de lo que parece.
-
¡Fabricio! – reprendo
rápidamente.
-
Perdón, ya sabés que
no me la banco mucho… pero es cierto. No puede controlarle la vida al hermano –
y tiene absoluta razón. Pero ella es así y yo como amiga debería habérselo
respetado. Ato mi pelo rubio en una colita totalmente desprolija y me apoyo en
el hombro de Fabri. Es impresionante lo bien que me hace hablar con él. Ya
puedo sentir como el peso que aprisionaba mi pecho se aliviana y el nudo en la
garganta desaparece. Saber que cuento con su apoyo me da la fuerza que necesito
para confiar en mí, en lo que pienso y en lo que siento.
-
Gracias – suelto
rápidamente y mi amigo rodea mis hombros con su brazo, sin decir nada porque
sabe lo difícil que soy en el nivel afectivo – Hablar tanto me dio hambre – y
cambio de tema, mientras expando la distancia entre mis comisuras y el rubio me
devuelve una sonrisa una aún mayor.
-
¿Metemos un taco box
puticerda? Necesito unos nachos – sugiere, leyéndome la mente.
-
Me sorprendo día a día
de lo gordo que podés llegar a ser – bromeo, aunque gordos somos dos, y él me
empuja levemente, por mi atrevimiento - Dale, vamos – digo extendiéndole la
mano (y Fabri es tan buen amigo que me levanta aunque sea un peso muerto), al
tiempo que intento recordar dónde es que había dejado el auto. Tenemos para
rato.
**
Rosebar es dueño y amo de
todos mis sábados. Desde que voy, tantas comodidades lo hacen mi opción
predilecta a la hora de salir. VIP, alcohol gratis y entrada sin límite de
horario son algunos de los beneficios desde que hago los flyers y las gráficas
del lugar (es un laburito que me ayuda a poner en práctica mi creatividad y a
independizarme cada vez más de mis viejos). Está bastante lejos del trabajo en
editorial (que es lo que quiero hacer cuando me reciba de diseñadora gráfica)
pero es un respiro después de tantos encargos de invitaciones para cumpleaños
de 15.
Aunque no soy fan de salir a
bailar, estoy tan mal acostumbrada que es ley irme para allá cuando me aburro,
este donde este.
Degusto mi caipirinha de
maracuyá mientras acomodo la servilleta de papel (completamente empapada por la
respiración del vaso) y Tiffy levanta los brazos al reconocer que está pasando
el DJ.
Estefanía es mi mejor amiga
de la facultad: hemos pasado noches de entrega sin dormir, hemos sido el apoyo
psicológico una de la otra en y fuera del período de cursada, nos hemos
emborrachado y hemos dormido en el piso de la facu una al lado de la otra.
Dicen que la secundaria es donde haces los amigos que quedan para toda la vida,
estoy totalmente en desacuerdo.
La castaña no tiene nada que
ver conmigo: super femenina, no pasa el 1,65 y es de esa gente que entra y te
ilumina la habitación. Pero directa, sin miedo a lo que piensen los demás y con
un humor muy parecido al mío.
- Pau, ya sabés
como son los hombres, se toman todo muy a la ligera - reflexiona mientras hace
círculos con la pajita, moviendo los hielos dentro del vaso. Salgo de mi
ensimismamiento y la miro - Quizás te vendría bien pensar un poco como
él.
- ¿Qué querés
decir?
- Que la verdad a mí
tampoco me parece tan grave que cuente que están saliendo - suelta antes de
tomar un sorbo y entorno los ojos - No entiendo a esas minas que son tan
posesivas de los hermanos. Qué mejor que esté con un amiga en la que confiás
antes que con una trola piojosa.
- Aparte ¿qué mejor que
yo, no? - digo en chiste señalándome y Tiffy se ríe - Es que Zaira no me va a
hablar más cuando se entere, estoy segura. Y más si no soy yo la que se lo
cuenta - la castaña esboza una mueca y dejo salir un suspiro - Yo no soy
así con mi hermano, pero es cierto que todo cambiaría entre nosotras.
- Sí... Yo tenía una
amiga que vivía prácticamente en mi casa y cuando empezó a salir con mi hermano
siguió viviendo, pero en su cuarto - relata mi amiga y me rio con tristeza - A
la noche los escuchaba, hermosísimo.
- Me estás jodiendo, qué horror
- digo asqueada y antes de tomar de mi trago, vuelvo a hablar- ¿y qué pasó?
- Cuando se pelearon, no le
hable nunca más... y le desee mínimo un tiro en la concha, herpes vaginales y
piercing en las tetillas.
- Qué alentador Tiff, en
serio - digo levantando mis cejas y sin poder evitar reírme, aunque al
proyectarme en la historia mi futuro sea tan poco prometedor como ese.
- Na, pero la mina era
bastante cachibache, muy desubicada. Vos sos divina - aclara con una sonrisa
resplandeciente, que me da un poco más de seguridad. Asiento levemente - Mala
idea contar esa historia ¿no? Tiene moraleja igual, a la noche, mudita - agrega
carcajeando mientras me señala.
- Pedro vive solo - respondo,
mordiéndome el labio inferior - Pésima idea, pero muy ilustrativa.
- Sabés gordi, para mí que lo
que tenés que pensar es sí Pedro vale la pena - afirma, con seriedad, y desvío
mi vista unos centímetros. Tiene muchísima razón - Es eso.
Y no hace falta ni
preguntármelo.
- Chicas, ¿qué les
parece un jagger? - pregunta Martín, uno de nuestros amigos públicas, mientras
nos abraza cariñosamente.
- Me parece que lo estamos
necesitando - contesta Tiffy, enarcando ambas cejas y Tincho vuelve la vista
hacia mí para inspeccionarme.
- Hey Pau, te quiero arriba
eh - me pide, liberándome del abrazo, pero señalándome con su dedo índice antes
de tomarme de la mano y llevarme hasta la barra. Pensándolo bien, me vendría
bárbaro un Jagger como para replantearme varias cosas de esta noche.
Después de 5 temas y dos
shots, bajo las escaleras, bastante derecho (cosa que me enorgullece mucho),
para dirigirme al baño del VIP. No llego ni a entrar que veo el descontrol que
es el baño, que salgo directamente de la zona preferencial para ir al baño
normal del boliche.
- Uhhhhhhhh - empiezo a
escuchar a mi izquierda - ¡La infame! - gritan y me volteo al sentir conocidas
las voces. Y cuando lo hago me encuentro con Hernán, Federico, Matías y tus
otros amigos. Vos me mirás fijo, mientras le das una pitada a tu cigarrillo.
- Me alegro de verlos también
eh - digo, irónica, mientras esbozo una sonrisa muy falsa que ni me gasto en
disimular.
- ¿Por qué viniste Paula? -
me preguntás acercándote y frunzo el ceño.
- ¿Eh? - digo, sorprendida, y
te agarro del brazo para trasladarnos más hacia el costado, así estamos más
lejos de tus amigos que aparentemente me odian - Pasé de casualidad, el baño
del vip esta imposible...
- Está bien.
- Al final no hablamos más -
comento y vos levantás las cejas. Tu frialdad me sorprende; se que sos
orgulloso, pero nunca me imaginé que cayeras en la indiferencia. Levanto los
hombros y esbozo una mueca ante tu silencio.
- No.
- ¿Vas a seguir contestándome
con monosílabos? - pregunto y vos sacudís levemente el cigarrillo para
deshacerte de la ceniza.
- ¡Pedro, dejala que está de
novia! ¡Está de novia! - grita Fechi, seguido por los demás. Infantiles a más
no poder... Nada que me sorprenda, de cualquier manera; con 23 encima siguen
sacando fotos a los chapes de sus amigos, molestando mientras se chamullan a
una mina y más. Pero se supone que había buena onda conmigo.
- Ah, pero tus amigos se
pasan 20 cuadras eh - te digo, irritada- ¿Qué les pasa?
- No están diciendo nada que
no sea verdad - me decís, fulminándome con la mirada y me doy cuenta que hay
algo que me estoy perdiendo.
- ¿Qué se supone que es
verdad?
- Que volviste con tu ex -
contestás amargamente y doy un paso hacia atrás.
- ¿De dónde sacaste eso? -
pregunto, desconcertada. Tus amigos silban y hacen gestos metros atrás.
- Zaira me contó que te
juntaste con él... Estaba muy preocupada - explicás y me quiero pegar un tiro.
Ya debería saber qué pasa cuando uno juega con fuego. Igual, más allá de lo que
te haya contado Zaira, armaste una película igual que todos tus amiguitos.
- Sí, es cierto, teníamos
cosas por hablar, pero las hablamos y quedo ahí - explico con seguridad,
mirándote a los ojos - ¿Sinceramente pensás que si hubiera vuelto con Marcos no
te hubieras enterado por mí?
- No sé, tampoco me contaste
que lo viste así que...
- Porque no había nada para
contar y no estábamos hablando Pedro... - respondo, escondiendo mis labios. El
perdón se queda a medio camino, interrumpido por los papelones de tus amigos.
- ¡Pepe Pepe, dejala no te
merece! - dice (mas bien grita) Federico mientras se acerca con un fernet en la
mano izquierda.
- ¿Querés aportar algo más o
nos vas a dejar hablar? - pregunto, sumamente sarcástica. Él ignora mi
comentario.
- Pepe es una chamullera,
esta de novia, no la escuches - vuelve a decir y estoy a dos comentarios de
pegarle una trompada ¡Que se calle por dios!
-
Fechi pará - decís
vos, al fin poniéndole un stop a la verborragia incoherente de este pibe. Me da
miedo pensar que vos quizás también lo pensás y eso me duele.
Carraspeo fuertemente,
buscando llamar la atención; ya estoy perdiendo la paciencia y mis esfínteres
no dan más. Quiero ir al baño hace más de media hora y que me estén jodiendo
contribuye a mi intolerancia.
- Che, ¿no te parece que
tenés que ir aflojando con el alcohol? Bastante patética la escenita que estás
haciendo - comento mientras me ayudo gesticulando con las manos. Vos exhalás, a
mi lado.
- ¡Infame! - me gritan tus
amigos a unos metros (se coparon con la palabra), Fechi también, pero en frente
mío - Es linda, pero es traicionera - agrega Federico arrastrando las palabras.
- Ah bueno - digo con sorna y
te veo negando con la cabeza. La situación es inédita.
- Vamos, vamos - decís,
mientras guías a Fechi hasta tus amigos, y me mirás por unos diez segundos. Me
quedo parada como una idiota, viendo cómo te vas lejos de mi hasta que
reacciono y me doy vuelta, deseosa de contribuir a que la distancia sea la
mayor posible.
Sigo sin poder creer la
situación. Porque yo sabía que tus amigos eran boludos, pero nunca pensé que
tanto. Y al ingresar finalmente al baño, pienso que todo es consecuencia y
efecto de mis acciones; que estamos en un círculo sin fin.
Quizás, el karma ya me alcanzó,
deseoso de cobrar. Trago recordando lo recientemente sucedido y no tengo dudas
que hoy es día de pago y la verdad… tengo mucho por pagar.
Pensaba que el anterior era largo. Este es peor jajaj!
Capaz ahora la entienden más a Pau, o no, pero por lo menos se explaya su punto de vista. Espero les guste, malditos malentendidos que los separan.
Besos, Lu!