sábado, 7 de diciembre de 2013

9


IX.

(el día que el secreto dejo de ser tan secreto)



- Auch - decís apoyado contra la mesada, mientras sostengo (no con mucha dulzura) un par de hielos envueltos en un repasador que encontré. Te miro fijamente y vos esbozás una mueca de dolor - Me estás apretando muy fuerte.

- Perdón - pido al retirar el repasador y aprovecho para observar tu herida. La piel, enrojecida por el frío, se tiñe irregularmente de un color violáceo; esto te va a doler mucho mañana - Recuperaste el habla, así que supongo que se te fue el pedo...

Me mirás y apenas parpadeas. Cuando lograron separarlos, después de unos minutos de piñas/caídas/demás, te mandaron a la cocina a ponerte hielo en el golpe y Pablito se auto exilio a un rincón con sus amigos. No volvió a molestarme y yo baje para ir al baño, como tenía planeado.

Vuelvo a mirarte y suspiro. No sé cuál es el problema con los baños, que nunca llego a ellos.

O sí lo sé, vos.

- ¿Estás enojada?

- No - digo, apoyándote nuevamente el hielo. Me mirás incrédulo - Un poco... Bastante.

- Está bien. El ojo no tiene la culpa igual.

Me robás una sonrisa y te reís, dolorido; te va a ser difícil no gesticular con ese sentido del humor.

- En serio, no podés ponerte así Pedro - te digo cuando recobro la seriedad. Se supone que estaba enojada - Es un papelón.

- ¿Mis celos son un papelón?

- Que te pongas celoso - aclaro, especificando mi argumento y escurriendo un poco la punta del repasador que gotea intermitentemente - No tenés por qué.

- Ya sé - suspirás y clavás tus ojos marrones en los míos - Perdoname.

- Del boludo que me agarro te entiendo, estoy un poco agradecida por eso - digo, con una media sonrisa. De verdad, Pablo pedía a gritos una trompada; quién dice le hiciste un favor y le acomodaste las ideas (las comparaciones con la ex, miedo).

- ¿Le di unos buenos golpes no?

- Hubo en especial un gancho que fue para enmarcar - concuerdo, levantando una ceja - Pero quedaste en evidencia. Mal...

La mayoría debe haber pensado que saltaste por mí como hubieras saltado por Zaira. Sin embargo, la cara contrariada de Hernán luego de separarte, me hace dudar.

- Si no le pegaba yo, le iban a pegar tus amigos... Estuvieron a punto. Pero quise tener los honores - agregas, justificándote. Tenés un punto.

- Así que estás orgulloso...

- Sí - y sonreís.  Y tu sonrisa es todo.

- No lo puedo creer - digo negando con la cabeza y retirándote el hielo; la mano se me acalambro y trato de movilizar la muñeca en círculos. Vuelvo a mirarte y recuerdo de qué iba mi planteo. Es hora de sincerarme, cien por ciento - ¿Sabés que me molesta? Que te hayas enojado conmigo cuando llegué.

Fruncís el ceño, desentendido. En respuesta, revoleo los ojos, irritada; no sé cómo llamar al hecho de que me ignoraste toda la noche (si no contamos las miraditas furtivas como una interacción).

- No me enoje con vos, me enoje con la situación Pau.

No veo la diferencia; salgo perdiendo de las dos maneras.

- Está bien, pero me hizo sentir como si yo tuviera la culpa de que tengamos que ocultarnos todo el tiempo - explico y vos despegás tu cintura de la mesada, acercándote a mí y abandonando esa postura relajada. Tu seriedad me hace caer en la cuenta de qué tan grave es el problema.

- Ya sabés lo que pienso respecto a eso - simplificás, mirándome a los ojos.

- Osea que es mi culpa - digo, desorientada y vos desvías la mirada a un costado. Yo me deslizo a tu izquierda, apoyándome en el mármol.

- No dije eso - respondés, firme, y no digo nada. Solo te observo.

Se me escapa un suspiro y me muerdo el labio, dispuesta a reprimir cualquier exhalación inconsciente que pueda llegar a suceder. Sabemos que mi cuerpo hace lo que se le canta cuando estoy con vos.

No entiendo tu ímpetu en dramatizar todo; en vez de aceptar que no podemos ser vistos juntos (por razones obvias) y buscar soluciones factibles a eso, te enojas y te perdés de lo que sea que se nos ocurra como solución; como escondernos en el baño, jugar a pasarte el hielo, volvernos juntos.

Lo admito, no soy la mayor pensadora de la historia, pero me estoy convirtiendo en una maestra del engaño (sin tener en cuenta que mi hermano me descubrió y ahora soy víctima de sus extorsiones).

Apreto el labio con más fuerza.

- Pau.

Me sobresalto levemente y te miro, liberando mi labio inferior.

- ¿Otra vez estoy pensando mucho no? -digo, sonriendo apenada. Sin embargo estoy orgullosa de mi misma, antes no podía hilar dos pensamientos cerca tuyo; estoy mejorando - La situación es una mierda para mi también Pedro, pero en vez de enojarnos por eso, deberíamos buscarle la vuelta...

- Ya sé - murmurás, enfrentándote a mí como antes (con la única diferencia que ahora soy yo la que esta apoyada en la mesada). Tomo el repasador, pero el hielo ya se derritió todo; esbozo una mueca a modo de disculpa y tiro el trapo a la pileta. Vos levantás los hombros, restándole importancia.

- Qué suerte que la boca está intacta - comento, acariciando la zona golpeada mientras la recorro con la mirada y cerrás los ojos ante el contacto. Mis dedos se deslizan hasta tu boca y corro la mano automáticamente, consciente de que en ese plan voy a desencadenar lo inevitable. Esbozo una media sonrisa.

- Te extrañe mucho - decís devolviéndome la caricia y el corazón se me estruja lentamente haciéndome olvidar mi sentido de la precaución. No se puede ser así.

Acomodo mis brazos sobre tus hombros y te beso rápidamente, antes de buscar más hielo. Hay demasiada luz en esta cocina como para dar rienda suelta a… bueno, cualquier tipo de contacto más allá de un simple beso.

- ¿Qué te pasó en las rodillas?

- Mal día para el skate - comento, riéndome de mi misma, mientras empiezo a acomodar los hielos en el repasador. Todavía no sé como subí las escaleras de la terraza ni como me desplace en todo este tiempo.

Apago la luz más fuerte, dejando solo la de la mesada y cuando me movilizo para volver a mi lugar, te encuentro riéndote. No estoy inválida, pero digamos que se me complica caminar con las frutillitas y los moretones. Si es que a esto se le puede llamar así.

De cualquier manera, a vos te parece muy gracioso mi "rengueo" porque a medida que me acerco a vos, más esfuerzo hacés para reprimir tus risas. Ja-ja-ja.

Te fulmino con la mirada, lo cual te tienta aún más, y me muerdo el labio mientras observo lo que dejaron las piñas de Pablito. Vos tampoco estás muy entero que digamos.

- Pensé que se habían acabado las agresiones con el hielo - te quejás cuando apoyo el repasador sin sutileza sobre tu ceja. Enarco una ceja.

- Mientras sigas riéndote no - remarco y vos carcajeas, desobedeciéndome.

Y de repente, el hielo no me atrae como método de venganza.

- Sh... Silencio - digo, tomándo tu nuca y dejando caer el hielo por tu espalda. Vos te arqueás (puteas y haces una cara muy graciosa) y te beso antes de que tomes represalias contra mi persona (la media luz me hace sentir más tranquila).

Presionás tus manos contra lo más bajo de mis espalda, acercándome más a vos y yo clavo las yemas de mis dedos en tu nuca. Nuestras respiraciones entrecortadas se mezclan y mis suspiros se ahogan en tu boca, elevando esa inexplicable devoción por vos. Por esto.

Caigo nuevamente en ese abismo mental y tormentoso de emociones al que me llevás una y otra vez, consciente de que no estamos exactamente muy ocultos que digamos. Pero no puedo separarme porque la otra parte del mundo se vuelve demasiado irrelevante frente a lo que siento cuando estoy con vos.

- Ah bueno - esboza una voz, a varios metros nuestros, pero un obvio testigo de lo que acaba de acontecer. Nos despegamos al instante y me encuentro con la persona menos indicada para descubrirme - Perdón.

Flor me dedica una última mirada de desaprobación antes de desaparecer de mi vista y de repente toda la diversión del incógnito se va a la mierda. Ni la poca luz, ni una lamentable excusa, o la ingestión de alcohol pueden hacerme safar de esto.

Mi respiración se acelera y la angustia crece en mi pecho haciendo dolorosa la simple respiración; con solo mirarme, Florencia consiguió hacerme sentir horrible (y ni hablar de cómo me arruino el momento). Me molesta sentir que le debo explicaciones, cuando ya se que tomó partido por Zaira, incluso sin haberme escuchado. Me duele, porque diga lo que diga, se que no va a ser suficiente. Que mis respuestas van a ser vagas y poco concisas.

Y contradictoriamente me importa lo suficiente como para ir y perder mi tiempo en explicar.

Poco a poco, a medida que reacciono, te suelto la mano con dificultad (de la sorpresa, te agarraste de mí más fuerte) y modulo un "perdoname" antes de salir disparada de la cocina, sin un rumbo especifico. Creo que me gritás algo, pero no te escucho con claridad.

Abro la puerta de entrada sin pensarlo dos veces y miro hacia ambos costados de la calle en busca de mi amiga. Creo verla a varios metros y antes de que mi mente elabore la orden, ya estoy corriendo. Y mi corrida es torpe y dolorosa.

- ¡Flor, flor! Pará - grito, corriendo tras ella y finalmente alcanzándola en la esquina. Mis rodillas gritan de dolor y ni atino a tocarlas; es para peor. Florencia, ofuscada, al fin se digna en parar y se da vuelta, aún sin mirarme.

El silencio pronto se adueña del momento y la incomodidad que viene consigo se hace insoportable. Mantengo mi boca cerrada; no sé exactamente qué decir y estoy segura que las palabras saldrían en tal orden que echaría todo a perder y no corrí media cuadra para nada. Se sentiría a la defensiva y justamente no es lo que quiero…

El viento eriza mi piel y acaricio mis brazos, en busca de calor. No hay un alma en la calle, tan solo una brisa discontinua y nosotras. Exhalo lentamente mientras la miro incrédula; nunca tuve que tomar tantas precauciones con ella.

- ¿Qué estás haciendo Pau? - pregunta finalmente, volviéndose hacia mí y frunciendo el ceño, como si estuviera esperando no se qué. 

- Te estoy corriendo hace 1 cuadra - digo con obviedad, levantando las cejas, y Florencia revolea sus ojos marrones.

- Qué estás haciendo con Pedro...

- No sé - digo con sinceridad, levantando los hombros y haciendo una mueca. De verdad no lo sé. Se supone que no debería estar haciendo nada pero lo estoy. Y si lo supiera, probablemente las cosas no serían de esta manera. O quizás lo sé y prefiero seguir haciéndome la boluda, para retrasar la charla que no quiero tener… con Zaira.

- ¿Cómo no sabés? - inquiere, con un tonito que supera lo molesto y que viene utilizando desde la pregunta anterior. Si ya sabe, no sé para que pregunta.

- No, no sé como explicarte - contesto, tratando de relajarme - Ni yo entiendo.

Suspiro. No puedo estar lejos tuyo, es lo único que tengo por seguro. Pero esa no es justificación suficiente, al menos para los demás y menos para Florencia, que escucha entre asqueada y ofendida cada una de mis contestaciones.

- Deberías saber, ¿no te parece? - musita.

- ¿Me vas a dar un discurso de moral? - pregunto irónica, sin poder controlarme. Quizás demasiado a la defensiva, pero su forma de atosigarme no me permite otra cosa. Si pregunta, debería estar dispuesta a escuchar mis respuestas, aunque sean vagas, incompletas e insatisfactorias.

- No, solo te recuerdo de quién estamos hablando. Y te aconsejo que lo sepas pronto, si no querés mandarte una cagada.

Tar-de.

- ¿Entonces por qué suena como un reto? - pregunto, dolida. Se supone que somos amigas y podría darme la oportunidad de contarle. No ser tan pedante - Se quien es Pedro y pienso todos los días en eso. Pero no lo puedo evitar.

- ¿Vas a contarle a Zaira? - dice, ignorando por completo lo que acabo de decirle. Me muerdo el labio con fuerza.

- No sé Flor - respondo, insegura. Digamos que es uno de los ejes principales de mi angustia cuando me visita el remordimiento - Cuando sea el momento.

- ¿Y eso cuando va a ser?

- Demasiadas preguntas ¿no te parece? - me quejo, sintiéndome en un interrogatorio policial. No se por qué me afecta tanto, si ya sabía que iba a hacer algo así. Tomo una bocanada de aire, tratando de serenarme - Pronto, primero quería saber qué tan serias eran las cosas con Pedro. Si valía la pena.

- Y chapartelo un par de veces porque estás aburrida le da mucha seriedad eh… Dejate de joder Pau - contesta completamente irónica, dando por sentada una hipótesis que nunca comprobó y que ni hubiera formulado si me estuviera prestando un poquito de atención en vez de obstinarse en culparme y condenarme por el mero hecho de haberme visto chapando.

Los ojos se me empañan, de la bronca, y hago un esfuerzo por no perder los estribos ¿Cuál es la manera correcta de responder a semejante estupidez?

-      Estás diciendo pelotudeces Florencia...


 - Ay por favor, vivís diciendo que no querés nada serio con nadie, ¿Me vas a decir que en un par de semanas que volviste, te enganchaste con Pedro? - inquiere, acusadora. Ya no se si tiemblo del frío o de la bronca, pero la situación esta volviéndose insostenible.

- ¿Sos mi agenda personal que llevas cuenta de mi vida social y no me di cuenta? - respondo, enardecida. El rostro de Florencia se endurece mientras empieza a sacar conclusiones de lo que acabo de decirle. Se que está haciendo cuentas y tratando de recordar mínimos detalles, pero tan solo detectando la ironía de mi comentario puede darse cuenta que esto no es de ahora.

- Ah sos una forra, ¿hace cuánto estás con esto? - inquiere, indignada. La miro pasmada, no por la pregunta sino por el insulto - ¡Qué amiga eh!

- Deja de hacer este tu problema, el mundo no gira alrededor tuyo - le espeto, desencajada y Florencia retrocede un paso. Nunca nos habíamos peleado; desde que la conozco, ella siempre fue la mediadora entre Zaira y yo y la más tranquila de las tres.

- Sabés que pasa Paula, ya estoy involucrada - me grita, con obviedad y humedezco mis labios, mientras miro hacia un costado -Como los vi soy cómplice de lo que sea que tienen entre ustedes. Y no quiero.

Y la entiendo, pero me duele que no pueda ponerse en mi lugar también. O preguntarme como me siento, en vez de sacar conjeturas.

- Anda a contarle a Zaira, dale, capaz eso te hace sentir mejor - propongo, dolida y ella se ríe, con sarcasmo. Desvío la mirada; esto de desafiar en cada respuesta se nos está yendo de las manos.

- No puedo - dice y se mueve sobre su lugar, inquieta. Estira su blusa verde agua y acomoda la tira de su bolso camel sobre su hombro; yo me mantengo estática en mi lugar, jugueteando con la cadena de la mía - Lamentablemente soy amiga tuya también.

No pense que ser amiga mía era una razón a lamentar.

Suspiro, exhalando enojo y no sé cómo el asunto se volvió absolutamente acerca de ella. Ni siquiera de Zaira o de la "gravedad" de lo que estoy haciendo. Sino de cómo la carga de ella se volvió un poco más pesada.

- Te libero de cualquier culpa - aseguro y pongo una mano sobre su hombro, eximiéndola de su propio egoísmo. Ella niega con la cabeza, como si estuviera sobrepasada… que alguien me explique ¡¿¡¿de qué?!?! - Hace lo que quieras Flor.

- Ojalá funcionaran así las cosas - me dice, como si estuviera reflexionando un problema existencial. La miro incrédula porque su actitud está muy fuera de mi liga - No voy a decir nada... Pero tampoco quiero saber.

Y cuando habla, lo hace como si estuviera siendo condescendiente conmigo. Como diciéndome: agradeceme este acto de bondad Pau.

Chasqueo la lengua, mientras camino sobre mis pasos brevemente. Yo solo quiero decirle que se vaya a la mierda.

- Tu decisión... - digo, parándome frente a ella y sin más ganas de discutir algo que no nos va a llevar a ningún lado. Solo a lograr un daño irreversible.

De pronto, baja el cordón, decidiendo, sin consultarme, que la conversación acaba de terminarse. Para el primer taxi que pasa y se da vuelta para mirarme antes de subir, avisándome su retirada. Qué considerado de su parte.

- Me voy, no tengo nada más que hacer acá.

- Muy bien.

Y nada esta bien.


A esto me refería! Este capítulo también es de mis favoritos. TeamPau a full.

El próximo mañana!

Lu.

No hay comentarios:

Publicar un comentario