IX.
(el día que el secreto dejo de ser tan
secreto)
- Auch - decís apoyado contra
la mesada, mientras sostengo (no con mucha dulzura) un par de hielos envueltos
en un repasador que encontré. Te miro fijamente y vos esbozás una mueca de
dolor - Me estás apretando muy fuerte.
- Perdón - pido al retirar el
repasador y aprovecho para observar tu herida. La piel, enrojecida por el frío,
se tiñe irregularmente de un color violáceo; esto te va a doler mucho mañana -
Recuperaste el habla, así que supongo que se te fue el pedo...
Me mirás y apenas parpadeas.
Cuando lograron separarlos, después de unos minutos de piñas/caídas/demás, te
mandaron a la cocina a ponerte hielo en el golpe y Pablito se auto exilio a un
rincón con sus amigos. No volvió a molestarme y yo baje para ir al baño, como tenía
planeado.
Vuelvo a mirarte y suspiro.
No sé cuál es el problema con los baños, que nunca llego a ellos.
O sí lo sé, vos.
- ¿Estás enojada?
- No - digo, apoyándote
nuevamente el hielo. Me mirás incrédulo - Un poco... Bastante.
- Está bien. El ojo no tiene
la culpa igual.
Me robás una sonrisa y te
reís, dolorido; te va a ser difícil no gesticular con ese sentido del humor.
- En serio, no podés ponerte
así Pedro - te digo cuando recobro la seriedad. Se supone que estaba enojada -
Es un papelón.
- ¿Mis celos son un papelón?
- Que te pongas celoso -
aclaro, especificando mi argumento y escurriendo un poco la punta del repasador
que gotea intermitentemente - No tenés por qué.
- Ya sé - suspirás y clavás
tus ojos marrones en los míos - Perdoname.
- Del boludo que me agarro te
entiendo, estoy un poco agradecida por eso - digo, con una media sonrisa. De
verdad, Pablo pedía a gritos una trompada; quién dice le hiciste un favor y le
acomodaste las ideas (las comparaciones con la ex, miedo).
- ¿Le di unos buenos golpes
no?
- Hubo en especial un gancho
que fue para enmarcar - concuerdo, levantando una ceja - Pero quedaste en
evidencia. Mal...
La mayoría debe haber pensado
que saltaste por mí como hubieras saltado por Zaira. Sin embargo, la cara
contrariada de Hernán luego de separarte, me hace dudar.
- Si no le pegaba yo, le iban
a pegar tus amigos... Estuvieron a punto. Pero quise tener los honores -
agregas, justificándote. Tenés un punto.
- Así que estás orgulloso...
- Sí - y sonreís. Y tu sonrisa es todo.
- No lo puedo creer - digo
negando con la cabeza y retirándote el hielo; la mano se me acalambro y trato
de movilizar la muñeca en círculos. Vuelvo a mirarte y recuerdo de qué iba mi
planteo. Es hora de sincerarme, cien por ciento - ¿Sabés que me molesta? Que te
hayas enojado conmigo cuando llegué.
Fruncís el ceño,
desentendido. En respuesta, revoleo los ojos, irritada; no sé cómo llamar al
hecho de que me ignoraste toda la noche (si no contamos las miraditas furtivas
como una interacción).
- No me enoje con vos, me
enoje con la situación Pau.
No veo la diferencia; salgo
perdiendo de las dos maneras.
- Está bien, pero me hizo
sentir como si yo tuviera la culpa de que tengamos que ocultarnos todo el
tiempo - explico y vos despegás tu cintura de la mesada, acercándote a mí y
abandonando esa postura relajada. Tu seriedad me hace caer en la cuenta de qué
tan grave es el problema.
- Ya sabés lo que pienso
respecto a eso - simplificás, mirándome a los ojos.
- Osea que es mi culpa -
digo, desorientada y vos desvías la mirada a un costado. Yo me deslizo a tu
izquierda, apoyándome en el mármol.
- No dije eso - respondés,
firme, y no digo nada. Solo te observo.
Se me escapa un suspiro y me
muerdo el labio, dispuesta a reprimir cualquier exhalación inconsciente que
pueda llegar a suceder. Sabemos que mi cuerpo hace lo que se le canta cuando
estoy con vos.
No entiendo tu ímpetu en
dramatizar todo; en vez de aceptar que no podemos ser vistos juntos (por
razones obvias) y buscar soluciones factibles a eso, te enojas y te perdés de
lo que sea que se nos ocurra como solución; como escondernos en el baño, jugar
a pasarte el hielo, volvernos juntos.
Lo admito, no soy la mayor
pensadora de la historia, pero me estoy convirtiendo en una maestra del engaño
(sin tener en cuenta que mi hermano me descubrió y ahora soy víctima de sus
extorsiones).
Apreto el labio con más
fuerza.
- Pau.
Me sobresalto levemente y te
miro, liberando mi labio inferior.
- ¿Otra vez estoy pensando
mucho no? -digo, sonriendo apenada. Sin embargo estoy orgullosa de mi misma,
antes no podía hilar dos pensamientos cerca tuyo; estoy mejorando - La
situación es una mierda para mi también Pedro, pero en vez de enojarnos por eso,
deberíamos buscarle la vuelta...
- Ya sé - murmurás,
enfrentándote a mí como antes (con la única diferencia que ahora soy yo la que
esta apoyada en la mesada). Tomo el repasador, pero el hielo ya se derritió
todo; esbozo una mueca a modo de disculpa y tiro el trapo a la pileta. Vos
levantás los hombros, restándole importancia.
- Qué suerte que la boca está
intacta - comento, acariciando la zona golpeada mientras la recorro con la
mirada y cerrás los ojos ante el contacto. Mis dedos se deslizan hasta tu boca
y corro la mano automáticamente, consciente de que en ese plan voy a
desencadenar lo inevitable. Esbozo una media sonrisa.
- Te extrañe mucho - decís
devolviéndome la caricia y el corazón se me estruja lentamente haciéndome
olvidar mi sentido de la precaución. No se puede ser así.
Acomodo mis brazos sobre tus
hombros y te beso rápidamente, antes de buscar más hielo. Hay demasiada luz en
esta cocina como para dar rienda suelta a… bueno, cualquier tipo de contacto
más allá de un simple beso.
- ¿Qué te pasó en las
rodillas?
- Mal día para el skate -
comento, riéndome de mi misma, mientras empiezo a acomodar los hielos en el
repasador. Todavía no sé como subí las escaleras de la terraza ni como me
desplace en todo este tiempo.
Apago la luz más fuerte, dejando
solo la de la mesada y cuando me movilizo para volver a mi lugar, te encuentro
riéndote. No estoy inválida, pero digamos que se me complica caminar con las
frutillitas y los moretones. Si es que a esto se le puede llamar así.
De cualquier manera, a vos te
parece muy gracioso mi "rengueo" porque a medida que me acerco a vos,
más esfuerzo hacés para reprimir tus risas. Ja-ja-ja.
Te fulmino con la mirada, lo
cual te tienta aún más, y me muerdo el labio mientras observo lo que dejaron
las piñas de Pablito. Vos tampoco estás muy entero que digamos.
- Pensé que se habían acabado
las agresiones con el hielo - te quejás cuando apoyo el repasador sin sutileza
sobre tu ceja. Enarco una ceja.
- Mientras sigas riéndote no
- remarco y vos carcajeas, desobedeciéndome.
Y de repente, el hielo no me
atrae como método de venganza.
- Sh... Silencio - digo,
tomándo tu nuca y dejando caer el hielo por tu espalda. Vos te arqueás (puteas
y haces una cara muy graciosa) y te beso antes de que tomes represalias contra
mi persona (la media luz me hace sentir más tranquila).
Presionás tus manos contra lo
más bajo de mis espalda, acercándome más a vos y yo clavo las yemas de mis
dedos en tu nuca. Nuestras respiraciones entrecortadas se mezclan y mis
suspiros se ahogan en tu boca, elevando esa inexplicable devoción por vos. Por
esto.
Caigo nuevamente en ese
abismo mental y tormentoso de emociones al que me llevás una y otra vez,
consciente de que no estamos exactamente muy ocultos que digamos. Pero no puedo
separarme porque la otra parte del mundo se vuelve demasiado irrelevante frente
a lo que siento cuando estoy con vos.
- Ah bueno - esboza una voz,
a varios metros nuestros, pero un obvio testigo de lo que acaba de acontecer.
Nos despegamos al instante y me encuentro con la persona menos indicada para
descubrirme - Perdón.
Flor me dedica una última
mirada de desaprobación antes de desaparecer de mi vista y de repente toda la
diversión del incógnito se va a la mierda. Ni la poca luz, ni una lamentable
excusa, o la ingestión de alcohol pueden hacerme safar de esto.
Mi respiración se acelera y
la angustia crece en mi pecho haciendo dolorosa la simple respiración; con solo
mirarme, Florencia consiguió hacerme sentir horrible (y ni hablar de cómo me
arruino el momento). Me molesta sentir que le debo explicaciones, cuando ya se
que tomó partido por Zaira, incluso sin haberme escuchado. Me duele, porque
diga lo que diga, se que no va a ser suficiente. Que mis respuestas van a ser
vagas y poco concisas.
Y contradictoriamente me
importa lo suficiente como para ir y perder mi tiempo en explicar.
Poco a poco, a medida que
reacciono, te suelto la mano con dificultad (de la sorpresa, te agarraste de mí
más fuerte) y modulo un "perdoname" antes de salir disparada de la
cocina, sin un rumbo especifico. Creo que me gritás algo, pero no te escucho
con claridad.
Abro la puerta de entrada sin
pensarlo dos veces y miro hacia ambos costados de la calle en busca de mi
amiga. Creo verla a varios metros y antes de que mi mente elabore la orden, ya
estoy corriendo. Y mi corrida es torpe y dolorosa.
- ¡Flor, flor! Pará - grito,
corriendo tras ella y finalmente alcanzándola en la esquina. Mis rodillas
gritan de dolor y ni atino a tocarlas; es para peor. Florencia, ofuscada, al
fin se digna en parar y se da vuelta, aún sin mirarme.
El silencio pronto se adueña
del momento y la incomodidad que viene consigo se hace insoportable. Mantengo
mi boca cerrada; no sé exactamente qué decir y estoy segura que las palabras
saldrían en tal orden que echaría todo a perder y no corrí media cuadra para
nada. Se sentiría a la defensiva y justamente no es lo que quiero…
El viento eriza mi piel y
acaricio mis brazos, en busca de calor. No hay un alma en la calle, tan solo
una brisa discontinua y nosotras. Exhalo lentamente mientras la miro incrédula;
nunca tuve que tomar tantas precauciones con ella.
- ¿Qué estás haciendo Pau? -
pregunta finalmente, volviéndose hacia mí y frunciendo el ceño, como si
estuviera esperando no se qué.
- Te estoy corriendo hace 1
cuadra - digo con obviedad, levantando las cejas, y Florencia revolea sus ojos
marrones.
- Qué estás haciendo con
Pedro...
- No sé - digo con
sinceridad, levantando los hombros y haciendo una mueca. De verdad no lo sé. Se
supone que no debería estar haciendo nada pero lo estoy. Y si lo supiera,
probablemente las cosas no serían de esta manera. O quizás lo sé y prefiero
seguir haciéndome la boluda, para retrasar la charla que no quiero tener… con
Zaira.
- ¿Cómo no sabés? - inquiere,
con un tonito que supera lo molesto y que viene utilizando desde la pregunta
anterior. Si ya sabe, no sé para que pregunta.
- No, no sé como explicarte -
contesto, tratando de relajarme - Ni yo entiendo.
Suspiro. No puedo estar lejos
tuyo, es lo único que tengo por seguro. Pero esa no es justificación
suficiente, al menos para los demás y menos para Florencia, que escucha entre
asqueada y ofendida cada una de mis contestaciones.
- Deberías saber, ¿no te
parece? - musita.
- ¿Me vas a dar un discurso
de moral? - pregunto irónica, sin poder controlarme. Quizás demasiado a la
defensiva, pero su forma de atosigarme no me permite otra cosa. Si pregunta,
debería estar dispuesta a escuchar mis respuestas, aunque sean vagas,
incompletas e insatisfactorias.
- No, solo te recuerdo de
quién estamos hablando. Y te aconsejo que lo sepas pronto, si no querés
mandarte una cagada.
Tar-de.
- ¿Entonces por qué suena
como un reto? - pregunto, dolida. Se supone que somos amigas y podría darme la
oportunidad de contarle. No ser tan pedante - Se quien es Pedro y pienso todos
los días en eso. Pero no lo puedo evitar.
- ¿Vas a contarle a Zaira? -
dice, ignorando por completo lo que acabo de decirle. Me muerdo el labio con
fuerza.
- No sé Flor - respondo,
insegura. Digamos que es uno de los ejes principales de mi angustia cuando me
visita el remordimiento - Cuando sea el momento.
- ¿Y eso cuando va a ser?
- Demasiadas preguntas ¿no te
parece? - me quejo, sintiéndome en un interrogatorio policial. No se por qué me
afecta tanto, si ya sabía que iba a hacer algo así. Tomo una bocanada de aire,
tratando de serenarme - Pronto, primero quería saber qué tan serias eran las cosas
con Pedro. Si valía la pena.
- Y chapartelo un par de
veces porque estás aburrida le da mucha seriedad eh… Dejate de joder Pau -
contesta completamente irónica, dando por sentada una hipótesis que nunca
comprobó y que ni hubiera formulado si me estuviera prestando un poquito de
atención en vez de obstinarse en culparme y condenarme por el mero hecho de
haberme visto chapando.
Los ojos se me empañan, de la
bronca, y hago un esfuerzo por no perder los estribos ¿Cuál es la manera
correcta de responder a semejante estupidez?
- Ay por favor, vivís
diciendo que no querés nada serio con nadie, ¿Me
vas a decir que en un par de semanas que volviste, te enganchaste con Pedro? -
inquiere, acusadora. Ya no se si tiemblo del frío o de la bronca, pero la
situación esta volviéndose insostenible.
- ¿Sos mi agenda personal que
llevas cuenta de mi vida social y no me di cuenta? - respondo, enardecida. El
rostro de Florencia se endurece mientras empieza a sacar conclusiones de lo que
acabo de decirle. Se que está haciendo cuentas y tratando de recordar mínimos
detalles, pero tan solo detectando la ironía de mi comentario puede darse
cuenta que esto no es de ahora.
- Ah sos una forra, ¿hace
cuánto estás con esto? - inquiere, indignada. La miro pasmada, no por la
pregunta sino por el insulto - ¡Qué amiga eh!
- Deja de hacer este tu
problema, el mundo no gira alrededor tuyo - le espeto, desencajada y Florencia
retrocede un paso. Nunca nos habíamos peleado; desde que la conozco, ella
siempre fue la mediadora entre Zaira y yo y la más tranquila de las tres.
- Sabés que pasa Paula, ya
estoy involucrada - me grita, con obviedad y humedezco mis labios, mientras
miro hacia un costado -Como los vi soy cómplice de lo que sea que tienen entre
ustedes. Y no quiero.
Y la entiendo, pero me duele
que no pueda ponerse en mi lugar también. O preguntarme como me siento, en vez
de sacar conjeturas.
- Anda a contarle a Zaira,
dale, capaz eso te hace sentir mejor - propongo, dolida y ella se ríe, con
sarcasmo. Desvío la mirada; esto de desafiar en cada respuesta se nos está
yendo de las manos.
- No puedo - dice y se mueve
sobre su lugar, inquieta. Estira su blusa verde agua y acomoda la tira de su
bolso camel sobre su hombro; yo me mantengo estática en mi lugar, jugueteando
con la cadena de la mía - Lamentablemente soy amiga tuya también.
No pense que ser amiga mía
era una razón a lamentar.
Suspiro, exhalando enojo y no
sé cómo el asunto se volvió absolutamente acerca de ella. Ni siquiera de Zaira
o de la "gravedad" de lo que estoy haciendo. Sino de cómo la carga de
ella se volvió un poco más pesada.
- Te libero de cualquier
culpa - aseguro y pongo una mano sobre su hombro, eximiéndola de su propio
egoísmo. Ella niega con la cabeza, como si estuviera sobrepasada… que alguien
me explique ¡¿¡¿de qué?!?! - Hace lo que quieras Flor.
- Ojalá funcionaran así las
cosas - me dice, como si estuviera reflexionando un problema existencial. La
miro incrédula porque su actitud está muy fuera de mi liga - No voy a decir
nada... Pero tampoco quiero saber.
Y cuando habla, lo hace como
si estuviera siendo condescendiente conmigo. Como diciéndome: agradeceme este
acto de bondad Pau.
Chasqueo la lengua, mientras
camino sobre mis pasos brevemente. Yo solo quiero decirle que se vaya a la
mierda.
- Tu decisión... - digo, parándome
frente a ella y sin más ganas de discutir algo que no nos va a llevar a ningún
lado. Solo a lograr un daño irreversible.
De pronto, baja el cordón,
decidiendo, sin consultarme, que la conversación acaba de terminarse. Para el
primer taxi que pasa y se da vuelta para mirarme antes de subir, avisándome su
retirada. Qué considerado de su parte.
- Me voy, no tengo nada más
que hacer acá.
- Muy bien.
Y nada esta bien.
A esto me refería! Este capítulo también es de mis favoritos. TeamPau a full.
El próximo mañana!
Lu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario