jueves, 5 de diciembre de 2013

8


VIII.


(el día de la fiesta en la terraza)


Nunca hay que traicionar a los instintos, especialmente si suelen acertar tanto, como los míos. Hoy siento que debería haberme quedado mirando Games of Thrones (nueva serie a la que soy adicta) en casa, con el aire acondicionado a mil y todas las colchas encima mío, simulando un invierno cruel (al final, si me acostumbre a Washington). Pero no estoy en mi casa ni en mi cama (ni en la de otro).

Miro asqueada el medio vaso de cerveza que sostengo en mi mano, y esquivo el cigarrillo de una recién egresada, que maniobra el cigarrillo como si fuera un chupetín. Siempre lo dije: si no sabes fumar en un boliche/fiesta, no fumes.

Te miro de reojo desde la otra punta de la terraza. Pero vos estás ocupado haciendo fondos de fernet con tus amigos y me ignorás cada vez que nuestras miradas se cruzan. Revoleo mis ojos verdes.

Estás enojado porque prefiero evitar el contacto en público lo más que se pueda. Sí, A.T. (Antes del tejado) nos llevabamos bien, pero en este tipo de encuentros solo cruzábamos un hola y chau, o alguna charla banal entre trago y trago. Sería muy raro tanta amistad de repente.

Tiro la cerveza caliente en un tacho que encuentro por el camino y mientras, doy un paneo general y ratifico lo de todos los años: las fiestas en lo de Nan siempre son lo más.

Desde que sus hermanos iniciaron con las "reuniones", se volvieron tradición para cualquiera que fuera (o haya ido) al Santa Brigida. Probablemente porque su casa es grande, sus viejos nunca están y sus hermanos eran (y siguen siendo) la peor representación de autoridad.

Hernán me saluda desde lejos y sonrío; somos amigos desde mucho antes que nos dieras la bendición para juntarnos con ustedes (o a Zaira, específicamente), de modo que mi invitación estuvo implícita desde que Nan y yo compartíamos las reuniones del cuerpo de líderes del colegio (incluso, fuimos guías en un par de campamentos juntos).

Humedezco mis labios, mientras camino en busca de alguien conocido: a Florencia la perdí ni bien llegamos y Zaira ni siquiera vino; Tato la invito a una fiesta de sus amigos rugbiers, allá en Pilar, y obviamente tiro por la borda cualquier otro tipo de planes (después de querer intentar cambiar los míos y los de Flor también). En otro momento me hubiera molestado su actitud, pero que ella este ocupada, estupidizada y feliz hace las cosas más fáciles. Nuestras cosas, claro.

Esos pensamientos revuelven la culpa que me envolvió el día de hoy: me siento la peor amiga que existe, dejándola en banda (aunque haya reemplazado mi compañía en minutos) y alegrándome que esta lejos y en otra fiesta. Y estando con el hermano, es decir vos.

Carraspeo mientras me apoyo contra la pared más cercana y dejo que la brisa refresque mis mejillas; no hace exactamente una temperatura elevada pero tanta gente en conjunto ayuda a que suba. De repente, la culpa se disipa cuando pienso en lo viable que acaba de volverse la vuelta de la fiesta... Con vos.

Observo el desastre que son mis piernas (mala idea ponerme pollera) y elevo a 5 el número de lastimaduras: 3 raspones, un moretón que está de un color violeta espantoso y uno nuevo que acaba de salir. Genial.

- Hey Pau - me gritan a unos metros de donde estoy parada - Vení tetitas - me dice Fabricio, mi mejor amigo, acercándose a mí. Que hijo de puta.

- ¿Nunca se gasta ese apodo no? - pregunto, mordiéndome el labio y reprimiendo una risa. Un divino apodo que me puso en primero (con mucha confianza por cierto), cuando una tabla de planchar no era muy diferente a mí. Gracias a dios las cosas cambiaron.


Me río a carcajadas con mis amigos del colegio una vez que me integro a su ronda. Entre ellos, Agustín, mi primer novio, el del video de la fiesta. Te veo fruncir el entrecejo y revoleo los ojos. Teníamos quince años, no me dio más que un beso.

Me cuentan las giladas que hicieron recientemente en sus vacaciones en Colombia y cómo Tony, uno de los chicos, se levanto una mina y la quiso llevar a la casa donde paraban... Y termino siendo una puta. Una muy cara.

Siento tu mirada clavada en mi nuca, cada vez más fuerte a medida que me río y hablo con los ellos. Me irrita en algún punto; siempre fui de llevarme más con los varones que con las chicas y lo sabés.

A veces, dependiendo de dónde iban ellas a bailar, prefería ir a tomar algo con los chicos, jugar al póker o al pool. Es más, estoy incluida en el whatsapp chat de ellos y soy miembro activo compartiendo chistes y anécdotas (y bueno, muchas veces se olvidan que soy mujer y no hay filtro para el porno). Eso no lo sabés, pero sos consciente de la afinidad que tengo con mi grupo de amigos hombres entonces...

Aparte no es como si no prefiriera estar hablando con vos en este momento. Es lo que más quisiera, pero por más que me sobrepasen las ganas de ir, sentarme en tu regazo y que estemos juntos, hay que hacerse cargo de la situación en la que estamos. Así que después de esta actitud de nene de jardín, desenojarte solo es tu propio reto… si aún planeas volverte conmigo.

En un parate de la conversación Fabri aprovecha y me aparta unos segundos de la ronda para hablar y hacer un ping pong de novedades: el me cuenta los quilombos en su casa (sus padres, están al borde del divorcio, su hermanas más chicas, consternadas) y yo los míos, aparentemente solucionados (lo de mis hermanos, obvio). Me cuenta que se lo cruzo a Marcos (mi ex), bardeada de por medio, y le pido que nunca me cuente nada más de él. Ya cumplí mi cuota de disgustos del año y desde que me bloqueo en Facebook le di de baja para siempre.

A pocos minutos, mi celular vibra y sinceramente espero que no seas vos, aunque es obvio por el amontonamiento de letras y palabras sin sentido, efectos del consumo excesivo de Fernet. Y el "Pedro Alfonso" que delata el destinatario.

"Cuacnlqueura uqe este s cone ellso"

Revoleo los ojos, después de descifrar tu ilegible mensaje (el alcohol altero tus actividades motrices, sino le estás pifeando heavy al teclado) y me doy media vuelta sobre mí misma, para que salgas de mi campo visual. Prefiero no verte.

- ¿Qué pasa Pau? - pregunta Fabri, después de ver mi cara, desencajada probablemente. Siempre fui incapaz de ocultar mis emociones (y a mis expresiones faciales les encanta delatarme).

- Un idiota operado del cerebro, machista y de River Plate - sintetizo, mientras guardo el celular en mi cartera, y mi amigo carcajea, entendiendo exactamente a qué me refiero. "Chongos" - Voy al baño, pero eso sí, mañana vamos a las rampas nuevas. No me olvido eh - aseguro antes de dirigirme a las escaleras y mis rodillas se resienten al escuchar el comentario.

Exhalo aire brevemente. En realidad, es toda una excusa para que dejes de molestarme con esas miradas furtivas. Quizás también, una invitación a que bajes, así puedo explicarte... No sé. Me siento una tarada, eso es lo único que puedo dar por sentado.

- Hola linda - me dice un desconocido, interponiéndose en mi camino. Arqueo las cejas, mientras lo miro con desinterés. Sus ojos azules brillan y no se molesta en disimular como me mira de arriba a abajo. Genial, otro pretendiente más.

- ¿Hola? - inquiero, irónica y abriendo los ojos - ¿Me dejas pasar? Estoy yendo al baño... - digo, con el mismo nivel de irritación. Mi interlocutor no se molesta en lo más mínimo por mi tono, lo cual me molesta aún más.

- Te acompaño, justo estaba yendo también - asegura, mientras se acomoda a mi izquierda para que caminemos juntos ¿Perdón?

- No, no estabas yendo - espeto, dejándolo en evidencia y volviendo a caminar, implorando porque no estés viendo esto. El fernet y tus celos no parecen ser una buena combinación. Avanzo un metro, pero el pesadito se adelanta y vuelve a pararme.

- Esta bien, me descubriste - se disculpa, con una media sonrisa, tratando de robarme una. Lo miro con desinterés y miro hacia un costado, mostrándole mi poco interés en esta conversación - Disculpame, te vi pasar y no podía dejarte ir. Soy Pablo.

- Wow. Bueno, ya me viste - respondo, con una falsa sonrisa. No suelo ser tan ortiva ¿Pablo?, pero necesito que te evapores ya.

- ¡Hey para! Que mala onda - se queja Pablo, haciendo malabares con el vaso que tiene en la mano. El colmo sería que aterrice encima mío - ¿Por qué estás tan apurada? Es algo generalizado eh, la gente tiene que bajar un cambio y disfrutar un poco la vida - me explica, sonriendo todo el tiempo. Esto va para largo - ¿Querés?

Me extiende un cigarrillo y tengo un flashback del día de la pileta. Soy la peor fumadora de la historia.

- No fumo... – digo, con una mueca y Pablo pone el cigarrillo en su boca - ¿Sos una especie de predicador, testigo de Jehova o qué onda?

- No estoy pegando una ¿no? – responde y me rio - ¿Cuál es tu nombre?

- Jacinta.

- Lindo nombre – reflexiona seriamente y no puedo creer que esto sea real. Si no me esta siguiendo el juego muy muy boludo – Sabés Jaz, sos igual a mi ex…

De todas las cosas que me dijeron, nunca escuche algo parecido. Rompo en carcajadas (aunque hago el esfuerzo por retenerlas en mi garganta) y Pablo me observa desentendido. Un gps para él, por favor.

- ¿Qué?

- ¿Me estás jodiendo no? ¿Este es tu chamuyo para levantarme? - digo agitada, mientras me recompongo por la falta de aire e intento no mirarlo a los ojos para no volver a reír. Arremango mi campera de cuero y escondo los labios, evitando tentarme.

- Sos mejor que ella - asegura y frunzo el entrecejo negando, sin poder creerlo aún. Mi cuota de ridiculeces está completa esta noche.

- Gracias supongo - digo abriendo los ojos mientras miro a un costado y asiento para mí misma. La gente a nuestro lado empieza a mirarnos con interés y digamos que no me gusta ser el centro de atención. Baño. Ya. - Voy al baño.

- Para para para, ¡no te vas a ir así!

¿Y como debería irme?

Lo miro con obviedad, mientras trato de superar la camisa espantosa que tiene puesta, y sus intentos dejan lo gracioso para ser molestos. Este flaco es idiota de verdad.

- Dame un beso - me pide al oído cuando intento esquivarlo e irme por la izquierda. Sus amigos miran la escena con sonrisas de aprobación mientras las personas más alejadas se unen al show.

- Soltame flaco - pido con firmeza y mirándolo a los ojos. Su mano no se afloja ante mi pedido, y aunque no lo hace muy fuerte, no deja de ser desubicado y desagradable.

- Dale.. - dice con una media sonrisa y por mi cabeza solo se cruza un pensamiento: ojalá no estés viendo.

Siento sus dedos desprenderse de mi brazo cuando lo empujás (de la absoluta nada) y Pablo tambalea unos metros, pero no cae al piso. Lo cual es muy impresionante, considerando la cantidad de alcohol ingerido en la fiesta.

- No te das cuenta que no quiere - balbuceás (o al menos eso es lo que entendí yo) y tengo que correrme para evitar quedar en medio de ustedes dos y ser usada de punching bag.

Pronto se vuelve un rejunte de gente, peleándose entre sí, y te busco con la mirada desesperadamente, desde una distancia prudencial. La resaca va a ser el menor de tus problemas mañana.


 El que sigue es una bomba. Saluditos!


4 comentarios:

  1. me copa habia empezado a leer antes y ahora que volviste me re enganche otra vez!!! :) para cuando el proximo??

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  2. Ya quiero el cap siguiente. Buenísimo este!!!!

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  3. Uhhhhhh. Pedrito va a quedar hecho papilla. Tendrá una buena enfermera? ;) Jajaja

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  4. Buenisimo este capitulo pero ya que adelantaste como es el próximo, ya lo quiero leer!! Para cuando??
    ;)

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