domingo, 8 de diciembre de 2013

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X.

(la primer quemadura)


Nunca pensé en ser acusada de mala amiga y traidora… solía creer que eso solo lo reservábamos para la gente que estaba afuera de nuestro pequeño grupo.

Tanta es la tensión, que Florencia no me habla desde la fatídica noche del sábado, hace tres semanas (fatídico para mis rodillas y para nuestra amistad).

El inicio de la facultad sirve de excusa para ambas; solucionó todas las dudas acerca de qué hago con mi tiempo, porque el skate no puede ocuparlo todo e impedir juntada de las 3. Supongo que para ella es igual.

Claro que, mis encuentros clandestinos con vos son extraoficiales…

Increíblemente, Zaira apoya esta postura responsable y pro facultad e incluso se anima a decir: “No pasa nada chicas, en algún momento iba a pasar. Ahora somos grandes y tenemos otras responsabilidades”. 

Si a responsabilidades le llamamos peleas, es absolutamente correcto. Porque con Florencia nos odiamos de a ratos y nos extrañamos muy poco.


Pero como voy a contracorriente y soy lo peor, según Flor, este quilombo en vez de alejarme de vos, consiguió el efecto contrario. Aferrarme más, a esto que tenemos entre nosotros y que siento que tengo que cuidar por sobre todas las cosas.

Desde Marcos que no siento nada igual. Innombrable y todo, hasta que llegaste vos fue el único del que estuve enamorada, de una forma estúpida e incondicional. Aunque hayamos terminado de una manera horrible, siempre fui consciente de lo que significó en mi vida más allá de las cosas malas. Y a pesar que me da miedo volver a sentirme así, no puedo ignorar que ya no solo te quiero… que el sentimiento creció hasta cumplirse en algo mucho más complejo. Igual por ahora prefiero no quiero etiquetar nada y seguir pecando de ignorante.

Observo el recorrido que hace el único hilo de luz que la rendija rota de tu persiana permite pasar; estamos casi en la oscuridad absoluta y son las cuatro de la tarde. Estaba así cuando llegamos y la verdad la poca visibilidad no molesto a ninguno de los dos; estábamos ocupados descubriendo superficies.

Es la cuarta vez que vengo a tu departamento, pero la primera que vengo sola y en calidad de… ¿saliente?
Las anteriores siempre fueron acompañadas por Zaira. Una de esas fue cuando tu hermana estaba tan borracha que la tuve que sacar del boliche y llevarla a otro lado que no fuera la casa de tus viejos porque iba a ser catastrófico.

¡Y pensar que casi me quedo a dormir en tu depto ese día!

Deslizo mis dedos sobre tu brazo desnudo, que encierra mi cintura, recorriéndolo con delicadeza y sonriendo a medida que llego hasta tu hombro. Me muerdo el labio mientras mi mano en tu pecho asciende y desciende según el ritmo que marca tu respiración. Sos hermoso.

Me siento una acosadora mirándote así, pero me resulta increíble como un ratito con vos elimina todo lo malo que pueda haberme pasado en el día.

Deposito un beso a un costado de tu cuello y te siento moverte. Desvío la mirada inmediatamente (tratando de ser lo más disimulada posible) y me aprisionás más hacia vos.

-      ¿Hace mucho estás despierta? – preguntás, con los ojos aún cerrados, pero acariciando mi antebrazo con un ritmo constante.

-      Recién – miento, con naturalidad, mientras corro un mechón rubio de mi rostro. Esbozás una sonrisa y enarco una ceja, al tiempo que inclino la cabeza para poder mirarte mejor - ¿De qué te reís?

-      De que me estabas mirando – simplificás con la sonrisa tatuada y suelto un bufido. Volvés a reírte y tus ojos marrones brillan – No te culpo igual…

-      Te crees lo más ¿no? – y me muerdo el labio en desaprobación mientras empiezo a correrme de encima tuyo. Pones resistencia y no me queda otra que quedarme donde estoy (yo, encantada) – Estaba mirando la mancha de humedad del techo – explico mientras te señalo con la mirada el manchón que está en la esquina – Están en la misma dirección.

-      No voy a seguir insistiendo porque no lo vas a admitir… - finalizás, revoleando los ojos. Me trago una risa porque puedo adivinar que la oración no termina ahí- pero te escuche suspirando así que eso me alcanza.

-      ¿Qué decís mentiroso? -  digo enarcando mi ceja derecho y entre risas, mientras me acomodo sobre mis codos. Vos fruncís el ceño y fingís estar ofendido y en consecuencia niego con la cabeza. Y en un abrir y cerrar de ojos agarro la almohada detrás de mí y con un elegante movimiento golpeo de lleno tu mejilla derecha.

Si esto fuera una competencia de tiro al blanco, de seguro hubiera anotado mínimo diez puntos.

-      ¿Ah querés guerra? – preguntás, con los ojos encendidos mientras tomas la almohada que te corresponde con sutileza y empiezo a pensar que quizás no fue una muy buena idea de mi parte.

-      No no pará que vos tenés más fuerza – digo, pero es en vano porque ya estas atacándome con la almohada - ¡Pedro! – grito y la soltás, pero no sin buscar un nuevo blanco de ataque, léanse mis costados, altamente sensibles al contacto - Por favor cosquillas no – pido entre risas (aunque en serio estoy sufriendo) y te siento reír en mi cuello y de repente mi atención se desvía de lo mucho que detesto que me hagan cosquillas. Tu respiración se ralentiza y sentir tu aliento en mi piel aún me estremece. Te despegás de mí y esbozás una media sonrisa, que me relaja.

-      ¿Como? No te escuche bien – preguntás, siguiendo con el juego. Te odio, sos más competitivo que yo.

-      Por favor.

-      Ah me pareció – comentás, satisfecho. Resoplo fuertemente y vos estás muy divertido con toda la situación (obviamente porque ganaste).

-      Sos un tarado – digo, mordiéndome el labio, y tirando de la sábana a medida que me libero del aprisionamiento de tus brazos. Claro que controlar mis extremidades en el medio es todo un desafío - ¿Qué te pasa? – inquiero ante tu mueca de dolor. Y recuerdo que cuando intente zafarme, mi pie choco con tobillo.

-      Me pegaste alta patada en la pierna Paula – te quejás y te lanzo una mirada fulminante ante la mención de mi nombre completo. Sos un bebé.

-      Si no te vas a bancar las consecuencias, no juegues – replico levantando las cejas y acomodándome en mi nuevo espacio en la cama- Al final me resultaste super delicado Peter… como un osito.

Me mirás frunciendo levemente el entrecejo y rompemos en risas, haciendo retumbar el ambiente levemente con el eco que producimos.

-      Pense que ibas a decir un osito pero por los pelos o algo así.

-      También – digo tentada y apoyo mi mano en tu hombro, a forma de consuelo – Pero lo decía porque sos muy sensible. A veces siento que te voy a romper… en todo sentido – digo esbozando una especie de sonrisa. Me pierdo mirando los cuadros, llenos con fotografías de tus amigos y de tu familia. Carraspeo incomoda (de repente me siento observada).

-      Prejuicios – decís rascando tu brazo derecho brevemente. Me mirás con atención al ver lo pensativa que me encuentro, pero sin presionarme. Esperando mi respuesta en silencio.

-      Sabés a lo que me refiero. Vos sos tan demostrativo y tierno, y yo…

-      Vos también – y me sonreís, rodando sobre tu costado y acercándote unos centímetros para estar más cerca de mí.

-      Solo con vos – digo, devolviéndote la sonrisa, y es la pura verdad.

-      Ya sé… y me encanta que sea así – respondés, acariciando mi mejilla - Con los demás sos muy metal.

-      No soy metalera Pedro… - digo, revoleando mis ojos verdes brevemente, pero luego me arrastro hasta casi eliminar la distancia entre nosotros - Tengo miedo de lastimarte.

-       Que yo sepa, en tu relación anterior la que saliste lastimada fuiste vos – decís, mirándome profundamente. Pensé que eso de quedarme en blanco cada vez que me mirás así se iba a ir con el tiempo… claramente no está sucediendo.

-      No solo yo… no quiero quedar como la víctima – y corro la mirada de tus ojos brevemente - Malas decisiones de ambos lados… pero aprendí. No quiero hablar de eso igual.


-      Esta bien – modulás con tranquilidad y sonreís al acariciar mi brazo - Ahora estás tomando buenas decisiones?

-      No sé si buenas decisiones… pero que me hacen bien, seguro – y me inclino para besarte suavemente, porque quiero que sepas cuán en serio lo digo.

Empezás a trazar un recorrido por mi cuello con tus besos y las cosquillas vuelven a aparecer y empiezo a ahogarme con tus risas cuando tu celular me salva. Gracias.

-      Nan – contestás al tiempo que te levantás de la cama, sin tomarte la molestia de vestirte y mientras desordenas tu cabello. Momento inmortal y completamente perjudicial a la salud – Si, me dijo Fechi ¿A qué hora? – y te das cuenta que te estoy mirando de arriba abajo (sin disimular) y se ilumina tu rostro con una sonrisa. El ego te escalo hasta lo más alto.

Me tapo los ojos con mis manos mientras lanzo risas ahogadas porque estas bailando desnudo mientras mantenés una conversación acerca del picadito de hoy con los chicos con total naturalidad.

Te observo cortar mientras me acomodo sobre la almohada y nos tentamos al segundo que apoyás el teléfono. Mordés tu labio y negás con la cabeza y me permito largar un suspiro.

-      Me voy a bañar – decís y besas mi frente rápidamente, antes de desaparecer por el umbral de la puerta para ingresar al baño que esta en frente - Gorda ponele a Nan que paso a las 6 por su casa por favor – me pedís entreabriendo la puerta del baño y me inclino para alcanzar el Smartphone ubicado en la mesita de luz.

Cuando estoy a punto de apretar el enter para mandarle el mensaje a Nan, te cae un mensaje de texto que abro sin querer (porque ya estaba a mitad de la acción). Me muerdo el labio y pienso en cerrarlo sin leer, pero el daño ya esta hecho y no sería ser humano si no dejo que la curiosidad me gane.

De: Ana

“OK. A ver cuando la traes a comer a Pau! ”

El ruido de la ducha invade mis oídos como un débil ronroneo mientras dejo que mis labios se partan, desconcertada. Tu mamá sabe.

Salgo de la bandeja de entrada sin siquiera leer a qué venía esa contestación, porque no es necesario saber más. Es irrefutable.

Intento tragar inútilmente, porque el nudo que se formó en mi garganta me lo impide. Navego entre la bronca, la desilusión, el miedo y el nerviosismo.

Empiezo a cambiarme rápidamente, luego de contestarle a Hernán lo que me pediste y volver a dejar el celular en su sitio. No lo puedo creer.

Abotono mi jean lo más rápido que puedo y continuo con la ropa que me queda, automatizando todos mis movimientos.

¿Quién más lo sabe?

Si fuiste capaz de contárselo a tu mamá por el amor de dios, mínimo Hernán lo sabe. Y quien sabe cuánto falta para que se entere Zaira.

De repente todo lo que me hacía sentir cómoda y tranquila de este lugar empieza a invadirme y siento la necesidad imperiosa de salir en este momento.

Quizás debería esperarte para hablar, pero no puedo. No entiendo cómo si habíamos quedado en que iba a ser un secreto entre nosotros dos, terminaste contándoselo a medio mundo, arriesgando todo, incluso nuestra relación.

Tomo mi celular de la misma mesa de luz donde se encuentra el tuyo y retumban las palabras de tu mamá en mi cabeza. El nudo se acrecienta y exhalo lentamente y reprimo el impulso de entrar a la ducha y putearte hasta el fin.

Por el contrario, agarro mi morral, mientras me amarro mi cabello rubio en un rodete desprolijo y doy zancadas hasta la puerta, y rezo internamente para que el portero este abajo para abrirme.

Silencio el iPhone una vez fuera del edificio y me tomo por inercia el primer taxi libre que se cruza (ni siquiera se si es radio taxi y me siento como cuando tenía 17, me creía inmortal y me subía hasta a autos de extraños). Necesito llegar a mi casa.

Doy la dirección al taxista (que parece bastante normal gracias a dios, porque no podría lidiar con un raro en estas circunstancias) mientras no paro de girar mis anillos. Acción que repito cada vez que estoy nerviosa.

No puedo creer como en un abrir y cerrar de ojos llegue a esto; de sentir que podía confiar plenamente en vos, a la desilusión total, incapaz de discernir qué es cierto y sobre todas las cosas, qué me ocultaste. Porque si se te escapó y tu mamá se entero por accidente, me habrías contado.

Entro a Facebook con el único propósito de distraerme y ver que la mitad de notificaciones son de parte de Zaira alivia en gran parte mi malestar. Todo sigue igual entre nosotras.

Me pregunto hasta cuándo.

Decido responderle cuando mi cerebro vuelva a funcionar con normalidad y entro a los inbox, porque tengo un mensaje nuevo.


Suele hablarse de la calma que antecede al huracán. Si algo tengo claro es que del huracán nadie se salva; Me distraje tanto en el idilio con vos, que no me di cuenta que este jueguito de los amantes secretos me estaba saliendo demasiado bien. Y cuando algo es demasiado, tiene que equilibrarse el exceso.

Y digamos que el karma suele volverme con el triple de intensidad.

Por eso cuando leo que el inbox es de mi ex, pidiéndome perdón por haberme bloqueado y proponiendo vernos, se que ya empecé a quemarme.


Creo que no se lo esperaban. Pero si me conocen, saben que siempre hago estas cosas jajaja. 

Hasta prontito! 

2 comentarios:

  1. Oh! Estaba todo mas o menos bien y terminarlo asi, es maldad pura! Pau es super rebuscada! Y evita hacerse cargo no? Estaban tan bien ellos y tenia que aparecer el ex! :/
    Espero que aclaren la situación, PP es muy tierno!
    Hasta el próximo!
    Beso

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    1. Lo que le pasa a Paula es que son una pareja y habían quedado en una cosa. Que se lo cuente a la madre significa que Zaira probablemente se entere por otro lado, porque es la propia madre... No es que no se hace cargo, sino que no sabe como manejarlo. Espero haberme hecho entender jajaj.

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